29 de agosto de 2007

LOST IN TRANSLATION

"Nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción" (Groucho Marx, El hotel de los lios)

PARAMOUNT

¿Quién dijo que trabajar en la recepción de un hotel por las noches era tranquilo? Creo que fui yo... ¿Y quién me manda a mí decir semejante estupidez? Estoy hasta los huevos de este hotel. Hoy es la onceava noche seguida que estoy dando el callo, sin días de descanso, y lo que me queda. He trabajado 56 horas esta semana. y no tengo libre hasta el próximo sábado. Es lo que tiene ser un inmigrante. Odio este lugar, al mundo en general y en concreto a esa parte del mundo que se hospeda aquí. Necesito dormir a horas normales. Mi amigo Sergio dice que me vaya acostumbrando, que después del instituto la vida se reduce a trabajar y dormir. Sergio es muy sabio. Claro que para él la vida de instituto se reducía a ir a clase y dormir. Eso cuando venía a clase.

Esta semana, supongo que no lo sabéis, ni falta que os hace, ha sido la final de la liga de rugby inglesa. Es un acontecimiento que me traería sin cuidado si no fuera porque he tenido que lidiar con una legión de hooligans que me hacían abrir el bar a altas horas de la madrugada. Es algo que estoy obligado a hacer, pero de lo que trato de escaquearme a todo costa, porque no se me da nada bien y nadie me ha enseñado. Y porque si viene alguien a recepción se me acumula la faena y acaba todo el mundo estresado, cuando no hay necesidad. ¡Váyanse a dormir, hombre!

Todo sería más fácil si supiera hablar inglés mejor y entendiera sus bromas sexuales. Si tuviera más confianza en el idioma y supiera cómo decirles que dejen de hacer escándalo que se están quejando los demás huéspedes, y que no pueden entrar a prostitutas al hotel y pagarles copas delante de mis narices, aunque fueran las putas las únicas que sabían comportarse. Una de ellas, gin-tonic en mano, me explicaba lo bonita que es la arquitectura en Barcelona, mientras volaban bolsas de patatas sobre nuestras cabezas. Finalmente, tuve que imponerme, poniendo en juego mi vida y aceptando sus burlas sobre mi acento, y mandarlos a sus respectivas habitaciones. Afortunadamente, obedecieron no sin la correspondiente pataleta.

Pero eso no es nada. Es fácil mandar a alguien a dormir en otro idioma. Y decir la mayoría de cosas que tengo que decir. Lo realmente complicado es comprender a la gente. Sigo sin explicarme qué hago yo en este puesto, si no entiendo ni una palabra de lo que me dicen. Bueno, para ser honestos, sí entiendo alguna que otra palabra. El juego consiste en inventar el resto de la frase y ver si aciertas. Cuando pillas palabras como "room" y "breakfast", es fácil: quieren que les lleves el desayuno a la habitación. Lo mismo pasa con "wake up call" (llamada despertador), "check in", "check out" (cuando llegan o se van), etc. El problema es cuando te llaman por teléfono y te piden un "corkscrew" (sacacorchos)... Entonces, ¡la has cagado chaval! No tenéis ni idea de la cantidad de maneras diferentes que hay de pronunciar "pillow" (almohada) o "bedcover" (cubrecama). ¡Es delirante!

Lo peor es cuando no tienen más remedio que bajar a hacerme señas porque la comunicación es inviable y se ponen a gritar deprisa y a mover los brazos como monos muy enfadados. Ahí es cuando, palabrotas aparte, el juego se complica, por la presión añadida. Pillas cuatro palabras, inventas una frase y compruebas si has inventado lo mismo que están diciendo. Con suerte aciertas y te ahorras las miradas de odio, las repeticiones y otras impertinencias. Les das su "connector" (adaptador para enchufes británico) o lo que sea que hayan pedido y se marchan. En el peor de los casos, se alarga un silencio incómodo y te preguntan con el ceño fruncido:

Do you speak english?
I think so.

Hasta ahora, la sangre no ha llegado al río y he salido victorioso de todo enfrentamiento. Sin embargo sufro cada cliente y tengo ganas ya de mejorar este inglés mío tan cañí, para que no me sea tan duro atender a indeseables snobs cuyas caras tratas de olvidar a toda costa. Para no sentir más esa incertidumbre aterradora de buscar dentro de ti todo lo que se pierde en tu traducción mental. Parece que es verdad que a las palabras se las lleva el viento. Ojalá a las personas también.

20 de agosto de 2007

NIGHT MANAGER

Es mentira que en Londres haya niebla por la noche. Sólo hay lluvia y viento; y prositutas y españoles borrachos; y gente bebiendo en la puerta de los pubs; y taxis que circulan por la izquierda. Si te alejas del centro, ni siquiera eso. South Kensington, donde está el hotel donde trabajo, es un barrio residencial acomodado, pijo y aburrido. A pesar de estar en el centro, está completamente muerto. Londres es una ciudad de contrastes. Lo mismo estás en una calle del Soho rodeado de locales de ambiente, que giras la esquina y te encuentras en Chinatown con cincuenta restaurantes orientales idénticos uno al lado del otro. Cambias de temática radicalmente solo avanzando, como si estuvieras en Port Aventura.

BBC

South Kensington es el barrio que los los ricos ingleses necesitan. Por aquí nadie pasa, excepto ellos. Las aceras están llenas de BMWs y Mercedes y monovolúmenes. Las calles están vacías. Ni siquiera hay policías, no los necesitan. De igual forma que mi hotel no necesita guardia de seguridad. Cualquier hotel que se precie tiene uno, además de un recepcionista (aquí mismo tengo, por ejemplo, una caja fuerte llena de dinero de toda la gente que paga en efectivo), pero en Barkston Garden Hotel saben que no hace falta. Aquí no hay robos. Me siento más tranquilo desde que sé que en este barrio los ladrones tiene un nivel de vida más alto que el mío.

Mi cargo es night manager, que viene a ser algo así como "chico para todo nocturno". Eso hace mi trabajo (por llamar de alguna manera al rato que paso aquí) más monótono, aunque también me permite hacer lo que me venga en gana. Ahora mismo son las cuatro de la mañana y estoy escribiendo esto, disfrutando del wifi de recepción desde mi portátil. No hay nada mejor que hacer. Es lunes, no hay clientes nocturnos. Los sábados, algunas veces, aparece alguna pareja inquieta en busca de un colchón. Atiendo a menudo, los fines de semana, a cuarentones con anillo de casado, acompañados de mujeres teñidas de rubio y con minifalda que cuestan el doble que la habitación. Siempre pagan en cash y nunca piden recibo. Pero entre semana nadie folla.

Así que me adapto bien, a pesar de mi reticencia inicial, y disfruto, ahora que mi cuerpo se ha acostumbrado a dormir después del desayuno, y dedico mi tiempo a escribir, leer, conectarme a internet, hacerme bocadillos con la comida de los huéspedes, zappear por los cien canales de la televisión y prepararme cafés. Mi jefe interior está contento, porque lo poco que tengo que hacer lo hago y lo hago bien. Y mi nivel de inglés mejora ligeramente, a pesar de la poca paciencia de algunos huéspedes que, al igual que muchos en España, repiten más fuerte y sin vocalizar aquellas palabras que no entiendes, sin decirte ningún sinónimo o definición que pueda ayudarte. Se limitan a gritar, sin hablar más claro, como si así consiguieran que las palabras penetraran en mi cabeza y tuviera una revelación. Anécdotas ya tengo unas cuantas, para alegría de mi guionista interior, que es copión y perezoso, pero ya las contaré otra noche, que está apunto de empezar The X Factor en la ITV1. ¡Ah! Se me olvidaba: por la mañana me traen el desayuno y el Times. ¿Se puede vivir mejor?

11 de agosto de 2007

BARKSTON GARDENS HOTEL

"Only work and no play makes Jack a dull boy!" (Jack Nicholson, The Shining)

WARNER

Yo no he nacido para trabajar, ¿por qué negarlo? Soy un vago, un niño mimado. Me gusta que las cosas me lluevan del cielo y no entiendo eso de que cuánto más esfuerzo cuesta algo, más satisfecho te sientes al final del resultado. Me suena masoquista. A mí no hay nada que me haga más feliz que algo me salga bien esforzándome muy poco. Hay quien dice que soy listo, hay quien dice que tengo un morro que me lo piso. Reconozco que trabajando soy perezoso, gruñón, quisquilloso, incompetente, interesado y gandul, pero es que odio tener que hacer algo sólo por dinero. ¿Vosotros no? Algunas personas me detestan por eso. No les culpo. Yo también sentiría desprecio por una persona así, si tuviera que ser su jefe. He aquí la cuestión. Queridos nihilántropos, por un giro inesperado del destino he conseguido trabajo (os juro que he buscado con muy poco interés) y la vida, que parece tonta pero no lo es, me da una bofetada en forma de ironía trágica: me ha tocado ser mi propio jefe.

El trabajo en cuestión consiste en no hacer nada durante ocho horas, tres o cuatro noches por semana en la recepción de un hotel de lujo. Es tedioso hasta doler. Y así se suma a mi incontable lista de trabajos aburridos en los que se me paga sólo por estar ahí. Ni siquiera practico inglés porque nadie me habla. Al menos, me dejan saquear la nevera y poner la BBC en el hall.

En realidad no es un mal trabajo. Me pagan bien. No hago nada. Así que (una vez más) puedo gastar el tiempo de mi jornada en lo que me plazca, como leer o escribir. Lo que no me gusta, y ahora viene ese aspecto feo y deshonroso de mi persona, es que es demasiada responsabilidad. Un hotel entero para mí solo, sin jefe, sin nadie que me ordene, sin nadie a quién pedir ayuda y nadie que dé la cara por mí... Esto de hacerme un hombre se me está atragantando. Ya sé que tengo 25 años, pero es que la madurez me da urticaria. Todo el mundo lo sabe, excepto los ingleses. Nadie, excepto ellos, en su sano juicio me dejaría un hotel entero a mi cargo... y con mi nivel de inglés. ¡Estos british están locos! Y quieren volverme loco a mí también. Porque será un milagro si no acabo desquiciado entre tanto silencio, soledad y magnificencia de cuatro estrellas. Anoche ya me parecía ver salir un río de sangre del ascensor, así como creí encontrarme unas gemelas descuartizadas en el pasillo durante mi ronda de las 3. Afortunadamente, dentro de un mes me voy a Glasgow, eso si antes no me encuentrar colgado en la habitación 237.

4 de agosto de 2007

AFLICCIÓN

Ni tú eres tan perfecto, ni yo te quiero tanto,
ni creo en los flechazos ni casi en el amor.
Si no me quedan lazos que auxilien este llanto,
me largo de tus brazos, Cupido es un traidor.

Te enseño mis entrañas y apartas la mirada,
certezas que a lo lejos son dignas de olvidar.
¡Malditos los espejos que enturbian la velada!
¡Malditas las ficciones que nunca volverán!

Quizás yo no he sabido vivir libre y vehemente
tu cama que es un lienzo pintado por detrás.
Tampoco me avergüenzo delante de la gente
del beso que te pido y no me quieres dar.

¿Quién será mi consuelo las noches que no hay luna?
El hueco de mi cama, ¿qué bálsamo tendrá?
El alma por los suelos más sola que ninguna,
cenizas de una llama que no aprendió a llorar.

Cuando estoy despechado nunca me falta un verso
que alivie mi paciencia soltando un buen capón.
Ni yo soy tan malvado, ni tú eres tan perverso.
¡Qué angustia de conciencia, qué risa de aflicción!

Porque soy tan sincero, porque siempre me engaño,
contigo empate a cero en espontaneidad.
Recuerda que es más fácil, cuando algo te hace daño,
sentirlo verdadero sin serlo de verdad.

Malditas sean las letras que pueblan mis canciones.
Malditos sean tus labios, malditos los demás.
Tu rostro en mi recuerdo, patada en los cojones,
tan dulce y tan extraño, difícil de olvidar.