26 de junio de 2007

YO, NIHILÁNTROPO

"No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo" (Fernando Pessoa)

Tras años y años viendo transcurrir veranos en la anodina, asfixiante (maravillosa) Barcelona, hago las maletas y me escapo a un merecido exilio a la capital inglesa, al que seguirá una larga estancia en el país de los hombres con falda. Sin demasiada ilusión, con la apatía que me caracteriza, colecciono despedidas, idénticas las unas a las otras, y mi agenda se llena ante el asombro de mi pereza. No me gustan las despedidas. Si por mí fuera, desaparecería cuando nadie estuviera mirando, para que todos sigan tranquilamente con sus vidas en vez de pedirme que me quede; para que pase el tiempo sin mí, hasta que un día se sorprendan a sí mismos añorándome, cuando sólo les quede un vago recuerdo con el que convivir.

En vez de eso, celebro alegres cenas en las que se me exige protagonismo. Con lo mal que se me da. Y eso que soy actor. Y eso que no soy nada. Así que ejerzo como bien puedo de primera estrella, con la (falsa) modestia de un simple utillero. Un trámite, al parecer, inevitable.

Esta misma mañana, me he levantado descubriendo que tan sólo quedan dos semanas para que mi avión despegue. El tiempo se desvanece caprichosamente, a una velocidad vertiginosa. No me habré dado cuenta y ya estaré celebrando Good-bye's parties en Glasgow. Porque el tiempo tampoco es nada, queridos nihilántropos. Todo tiene fecha de caducidad. Nosotros también. Y nuestros sueños. Afortunadamente, podemos soñar a pesar de todo.

Lo malo de cumplir tus sueños es que dejan de ser sueños. Y la realidad nunca es tan buena. El presente no da la talla. Por eso odio todo lo real. Por eso tengo siempre ese aire como ausente. Sueño despierto porque tengo miedo a no poder soñar más. Tengo miedo a quedarme sin sueños. Por suerte, igual que vosotros, tengo todos los sueños del mundo.