31 de diciembre de 2008

DEL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO

SIMS
Siempre he pensado que el último día del año es un día del que no puedes escapar. Es como tu cumpleaños: es inevitable. Álex me encarga comprar uvas para esta noche. Él tiene que trabajar en FNAC. Yo no es que no quiera uvas. Tampoco es que quiera. No me gustan las uvas. Pero es el último día del año. Se hacen excepciones en favor de la tradición. Bajo al Día. No hay mucha gente, cuatro viejas. Parece un día normal. Tampoco hay uvas. Bajo a El Corte Inglés. Al entrar, me veo en un espejo. Pienso que tengo que comprar un peine. Bajo al supermercado y veo cientos de miles de personas comprando. Respiro hondo. Nado entre la multitud. La gente compra comida con tanta ansiedad que me extraña que no devoren las angulas allí mismo con el envase de plástico y todo. Veo gritos en sus ojos. Sorprendentemente, alcanzo una bandeja de uvas sin morir y empujo culos y codos hasta las cajas. Tras quince minutos, pago y salgo del centro bordeando una montaña de reserva de uvas verdes, rojas y amarillas. No sabía que existían uvas de esos colores. ¿Será por eso que está lleno El Corte Inglés y el Día no?

En un incomprensible acto de masoquismo extremo, vuelvo a entrar con idea de comprarme el peine. Hay una ley implícita en los centros comerciales: cuanto más sencillo es el artículo que buscas, más difícil es de encontrar. La gente compra a mi alrededor, parecen sims. Yo parezco uno de los osos locos del zoo que dan vueltas y no van a ningún sitio. Pasa el tiempo. Ya no recuerdo por dónde he entrado ni sé salir. Pienso que deberíamos escribir un espectáculo sobre un centro comercial. Luego pienso: "Mierda. Ya lo hicimos". Un altavoz nos desea felices compras en nombre de El Corte Inglés. "Felices ventas a ustedes", respondo mentalmente. ¿Será por eso que El Corte Inglés está lleno y el Día no? ¿Porque el Día no nos desea feliz nada? Mi ropa empieza a oler a colonia de muestra. Empiezo a entender qué pasa: aquí todo está ordenado por marcas y los peines no tienen marca. Se dice que en todo caos existe un cierto orden. Al revés, supongo que existe el caos dentro de este orden absoluto: soy yo. Al final, encuentro un peine entre móviles y compresas. "¿Te lo envuelvo para regalo?". Delirante. Ahora estoy en casa, esperando a Álex. Peinado y con las uvas en la nevera. Esperando pasar una nochevieja íntima en este piso de Madrid tan lleno de nosotros. Si un piñón de uva atravesado en mi garganta acaba con mi vida, quede este texto como mi legado. Os deseo un nuevo año muy feliz, lleno de alegrías y misterio. Y os deseo también una celebración de nochevieja que se parezca lo menos posible a comprar en El Corte Inglés. Entre todos podemos conseguirlo. ¡No somos sims!

21 de diciembre de 2008

HAIR 2: Final Results

La mayoría de la gente me dijo que era imposible, que tenía el pelo demasiado rizado. Se rieron. Dijeron que estaba loco. Que no me iba a quedar bien. La mayoría de la gente, sin mala intención, me desanimó. Pero yo soy cabezón y muchas veces hago las cosas aunque sea por llevar la contraria al mundo entero. Así que me refugié en la mirada de quienes respondieron con una sonrisa en vez de fruncir el ceño cuando se lo conté. Gracias a todos vosotros por ese cariño. Una postura positiva es tan importante, algunas veces... He pensado que si hubiera hecho caso a todas esas otras personas, ni siquiera lo hubiera intentado. He pensado que hay mucha gente en nuestro entorno con esa tendencia a desilusionar. Lo hacen sin querer. Seguramente son personas asentadas en rutinas con miedo al cambio y al riesgo, y proyectan ese miedo en ti. Pero las ilusiones, los riesgos de cada uno son suyos y de nadie más. Las cuatro horas de peluquería me dieron qué pensar. Pensé que a partir de ahora haría siempre todo lo que se me pasara por la cabeza que sintiera que me apetece de verdad. Sin miedo. Porque una vida sin aventura, sin riesgo, sin ilusión no vale la pena. He quedado muy contento con el resultado, la verdad. No me lo esperaba. Ahora hay que ver cómo evoluciona. Supongo que se irá ondulando, pero no me importa. Siento que de verdad decido sobre mí mismo. Que tengo el control de mis deseos. Que soy libre. Os animo a reflexionar: "¿Qué es aquello que siempre habéis pensado en hacer y siempre os han pesado las excusas?". Hacedlo. Yo a partir de ahora trataré de, ante la duda entre hacer o no hacer, siempre hacer. No importan los resultados. Desde la cosa más tonta a la más profunda. Desde lo más nimio a lo más estrambótico. Vale la pena. Y ahora decidme: ¿qué os parece el resultado? Sed buenos, que soy un chico sensible. Gracias.

14 de diciembre de 2008

EN ESTAS FECHAS TAN SEÑALADAS

"Porque en esta tierra ya no hay caridad, ni nunca la ha habido, ni nunca la habrá" (Villancico popular)


SOUTH PARK


Hoy me he fijado bien: es una vaca. La casa en la que vivo ahora tiene un balcón que da a la calle; una calle peatonal delante del mercado de Collblanc. Pasa mucha gente durante todo el día, sobretodo en estas fechas tan señaladas. Eso propicia la proliferación de manteros vendiendo piratería o bien absurdos artilugios con motivos navideños. No me importa, la verdad. Pero desde hace una semana hay justo bajo mi balcón una china vendiendo muñecos musicales a pilas. Eso sí que no lo aguanto. Se trata de que desde la intimidad de mi tranquilo comedor, tengo que soportar durante todo el día lo que se supone son villancicos compuestos por pitidos acelerados y muy fuera de tono. Una melodía (por llamar así ese grito mecánico) de diez segundos repetida una y otra vez durante horas. Dan ganas de tirar una maceta sobre el maldito juguete del que proceden y hacerlo pedazos. Hoy, al salir a la calle, me he fijado en el trasto bailarín: es una vaca.

No quería escribir el típico post anti-navideño, pero tendríais que encontraros en mi situación. La Navidad tiene un montón de cosas positivas que no tienen nada que ver con celebrar el nacimiento de Jesús, ni con comprar regalos como locos, ni con esa odiosa vaca loca de abajo. La Navidad podría ser bonita y positiva, y en algunos aspectos lo es; sobretodo con los niños, algunos niños. El problema es que una sociedad enferma no puede tener otra cosa que una Navidad patológica: y eso es lo que tenemos, en general.

La vaca se mantiene sobre sus patas traseras. Tiene los ojos fuera de sus órbitas, como dos pelotas de ping-pong. La lengua fuera. Y mueve la cabeza en círculos, como dibujando ochos en el aire a gran velocidad. Parece mentira que pueda aguantar el equilibrio. Al verla, me produce una mezcla entre terror y compasión. Parece que está pidiendo a gritos que la desconecten: eso se llama eutanasia. Y me dan ganas de comprarla, después de lo que la he odiado. La veo como una víctima y representación de esta época del año. La Navidad también es una vaca agonizante de rostro desencajado bailando un villancico con vehemencia. Pero no la compro. Pienso que si lo hago, mañana tendrán otra vaca igual bailando en el mismo lugar. Nada habrá cambiado y yo tendré una vaca loca en casa que no sabré dónde poner. Así que aparto la mirada hacia otro lado, como hacemos al ver ciertas tragedias del tercer mundo. ¡Pobre vaca psicótica! ¡Pobre tercer mundo! ¡Pobre Navidad! ¡Pobre yo! En estas fechas tan señaladas, la compasión y la culpabilidad están a la orden del día. Sólo espero que vosotros no tengáis balcón para que paséis una feliz Navidad. Pues eso... a disfrutar, si os dejan.

5 de diciembre de 2008

EL CAZADOR DE DRAGONES

Había una vez un chico que soñaba con ser cazador de dragones. Desde pequeño, era lo que más deseaba en esta vida. Así, para cumplir su máxima ilusión, al terminar la escuela, empezó a prepararse: entrenó, hizo todo tipo de cursos, leyó montones de libros sobre el tema. Finalmente, consiguió acceder a la escuela de cazadores de dragones donde estudió duramente sacando excelentes notas y aprendiéndolo todo acerca de los dragones. De esta manera, se convirtió en licenciado en caza de dragones y luego hizo un master. Habiendo dedicado sus mejores años a prepararse, por fin estaba listo. Y así salió al mundo para dedicarse a aquello que tanto anhelaba. Pero una vez allí, se dio cuenta que los dragones no existen. Y se dedicó a ser profesor en la escuela de dragones.


No mentí a Raquel cuando le dije el sábado pasado que estaba empezando a aterrizar en Barcelona. "¿Después de seis meses?", dijo. Es evidente que algunas cosas requieren su tiempo y que otras pueden tardar toda la vida en suceder, o no suceder nunca. Yo soy lento, me lo dicen. Y tardón... pero al final llego. Aquí estoy. Lo que no sé es dónde he estado todo este tiempo. Parece que mi alma se perdió en algún lugar del camino de vuelta. Es una pena ya que te pierdes un montón de cosas.

Esta semana, después de seis meses, conseguí convalidar correctamente las asignaturas que cursé en Glasgow. Estaba indignado. No me podía creer que fuera tan difícil, que los de la secretaría de la facultad fueran tan incompetentes. Siempre te falta un papel, ¿os suena eso? El lunes decidí plantarme allí personalmente, después de varios retrasos y errores por su parte. El lunes conseguí cuadrar mi agenda con sus horarios de apertura ya que para los que trabajamos por la mañana los bancos y las secretarias son sólo algo de lo que hemos oído hablar alguna vez. Llegué antes que abrieran para ser el primero y esperé allí tieso cargado de educación, paciencia, firmeza, humor y cabezonería. Me atendió un chico engominado y con muchos músculos. No pegaba mucho con una secretaría de filosofía. Llevaba una camiseta tan ajustada que más que vestirse parecía que se había envasado al vacío. Para que os hagáis una idea de la cantidad de problemas que ha causado mi tan aparentemente sencillo expediente, al decirle mi nombre, respondió: "Ah, eres tú". Me pidió cosas, habló con su superior. Le dijo: "Es ese". Y aproveché para entrar a la oficina. Seguramente me salté algún protocolo o algo, pero me dió igual. Me negué a volver de nuevo con más documentos y les amenacé con aparecer allí todos los lunes como una pesadilla que se repite hasta que lo arreglaran. Al cabo de dos días, mi expediente estaba al día.

Aunque este tipo de problemas son muy habituales, uno puede ponerse metafísico y sacarle conclusiones si le apetece. Puede pensar que hasta que no he estado aquí en cuerpo y alma, tampoco lo ha estado mi expediente. Tener trámites pendientes con Glasgow es como tener un pie en Barcelona y el otro en una nube. Como un gordo que no puede adelgazar hasta que no admite que realmente está gordo. Yo no he vuelto hasta que no he sido consciente de que todavía no estaba aquí del todo. Y es fácil adivinar por qué esta manía mía de no querer aterrizar del todo. No quería ver. No quería darme cuenta. Es como si por primera vez supiera que los dragones no existen y es tremendamente doloroso. Y no quiero acabar dando lecciones de la negación del mundo, así que me siento perdido. Quiero dar un salto en positivo y no sé cómo. Esto es el estar aquí que no quería, pero aquí estoy: hola a todos.

23 de noviembre de 2008

LOS SUEÑOS DE OCCIDENTE (Street)

Que me consuela de verdad una fantasía. Que te llamo desde Glasgow y me dices que vendrás. Que escribo poemas con los pies y con la cabeza pienso nubes de colores. Que la casa se limpia sola. Que no me siento obligado a hacer las cosas, ni veo lo prohibido en todo aquello de lo que me privo. Que sé lo que me asusta cuando temo. Que Madrid está a dos paradas de metro. Que el dinero no se acaba y no hace falta ahorrar para cuando me quede sin trabajo. Que leo en el tarot todo lo que no aprendo de la vida. Que no he vuelto todavía y todos me echan de menos. Que no, nen, que no... que no me preguntan cómo estoy. Que no me escondo detrás de un chiste, una pereza, una rebeldía y doy la cara por quien de verdad soy. Que la locura del mundo no deja ese regusto tan amargo. Que no quiero la perfección, ni existe, ni me importa. Que mi tiempo no es las sobras del tiempo que les sobra a las responsabilidades que yo he elegido asumir. Que puedo volar por encima de la gente, hacerme invisible en vez de ponerme colorado y estar presente junto a aquellos que me quieren. En cuerpo y alma, aquí y ahora. Que el presente es cualquier otra cosa menos hoy. Que los domingos son el clímax de la semana... en vez de esto. Que soy el niño que se sienta en el suelo frente al televisor a ver películas antiguas de trompazos y río tan limpiamente y como galletas con leche y Nesquick. Que reciclo mis recuerdos y puedo vivirlos otra vez como si fueran nuevos. Que entiendo a los demás y los demás a mí. Que soy rápido como el viento. Que soy yo lo más importante de mi vida y actúo en consecuencia. Que mi padre me dice que está orgulloso de mí; que mi madre me da su aprobación en vez de corregirme tanto; que me preguntan por Álex alguna vez. Que es barato el piso de mis sueños. Que obtengo todo lo que me propongo, que me propongo todo lo que de verdad deseo. Que tengo siempre cerca tus labios y tus manos.

16 de noviembre de 2008

HAIR

"She asks me why I'm just a hairy guy. I'm hairy noon and night. Hair that's a fright! I'm hairy high and low. Don't ask me why" (Hair the musical)


Generalmente, nadie está contento con lo que tiene. Los gordos quieren ser flacos y los flacos, gordos y los bajos, altos y los altos, no tan altos y los morenos se tiñen de rubio y los rubios, de moreno. Y yo, generalmente, pues como todo el mundo. Hablemos de lo superficial. Dejemos a un lado las insatisfacciones del alma y su amplio abanico de descontentos. Yo no estoy contento con mi pelo. Es demasiado rizado. (Risas) De acuerdo que es diferente y llama la atención y que nunca me quedaré calvo, pero me siento limitado. Apenas me da opciones de cambio. De acuerdo que me ha dado dinero, pero se acabó... Desde hoy empieza la cuenta atrás.

Se me había pasado por la cabeza muchas veces, pero nunca me lo planteé como una posibilidad real. Pero ahora sí. Ya lo tengo decidido y os advierto que cuando se me mete algo entre ceja y ceja soy más tozudo que una mula. Por algo soy descendiente de los Mula de Murcia. Voy a alisarme el pelo. (Risas) Va en serio. (Más risas) Gracias a los nuevos avances de las técnicas estilísticas voy a cumplir una de mis más banales fantasías. Y no temo a los escépticos, ni a los que se autodefinen como sinceros y no dejan de opinarme en contra. Como cuando iba por ahí con mi borla afro sobre la cabeza y sinceramente me decían: "¿Por qué llevas ese ridículo peinado?". Hablando de lo superficial, debería importarme poco todo eso. Pero la verdad es que dentro de la petardez del post y la ingenuidad de mi propuesta... pues me hace ilusión, la verdad. Me siento como un adolescente. Es cosa mía. Me alisaré el pelo, ¡lo conseguiré! (Risas) Y pondré las fotos en este mismo blog. Pronto, muy pronto, más pronto de lo que pensáis, tendré el pelo liso. ¿Os apostáis algo? (Aplausos)

6 de noviembre de 2008

VUELVEN LOS NOVENTA

Empecé a sospechar cuando volvieron a las parrillas televisivas programas como La Ruleta de la Fortuna, Humor Amarillo o Pressing Catch y se aceptó con naturalidad; así como la puesta al día de Sensación de Vivir con algunas de sus actrices originales y los rumores del retorno de Melrose Place. Más tarde, descubrí que varios de los niños con los que realizo actividades por los colegios lucen tan normalmente peinados a capa en plan orinal que yo creía tan pasados de moda. Pero cuando fui de compras esta semana ya lo vi claro: chaquetas con capucha de pelo esquimal, gafas de sol estilo Reservoir Dogs y pantalones de colores. No hay duda: ¡vuelven los noventa!

FOX

Que no nos extrañe. Ya se nos había avisado con la reaparición de las Spice Girls y los Backstreet Boys que yo por lo menos consideraba muertos y enterrados. Pero como ya aprendimos de Melrose Place: que alguien muera no quiere decir que no siga en la serie (ni aunque lo entierren). Así que asumámoslo, vamos asistir proximamente por las calles de nuestras ciudades a un desfile de vaqueros rotos, camisas de cuadros (o peor: de flores), zapatillas deportivas de goma y colores estrambóticos (o con luces en la parte de atrás) y pantalones de cintura alta. Es el ciclo natural. No nos creamos que los ochenta volvieron porque molaban mucho; es una cuestión de distancia y morriña. Hace ya casi diez años que acabaron los noventa, así que ya toca porque, aunque no nos guste, hay muchas cosas que echamos de menos de entonces: sí, estuvimos allí y lo vivimos.

Pero en vez de asistir a la resurrección de la última década del siglo XX con resignación, afrontemos lo inevitable, aceptémoslo y disfrutemos. Y sobretodo, seamos listos: elijamos. No tiene que volver todo. Hagamos una lista, como la de los reyes. ¿Qué os parece? Yo, por ejemplo, me pido que los niños vuelvan a jugar a los "tazos", a la Game Boy o la Game Gear, al "Tragabolas"; que coleccionen "Tois", Micro-Machines y que lean "¿Dónde está Wally?". Me pido que las niñas peinen trolls de pelos de punta de colores psicodélicos y pequeños pony; que lleven en el bolso a las Polly-Pocket y del cuello les cuelgue un pequeño chupete de plástico. Y, sobretodo, me pido que jueguen todos a la Super-Nintendo. Pero no me pido, por favor, que beban Cherry Coke o Tang, que laman uno de esos Push-Pop asquerosos, que tengan Tamagochi y les gusten los Pokemon, los Power Rangers o "Agujetas de Color de Rosa".

Me pido a Cobi y el ambiente de las Olimpiadas de Barcelona al ritmo de Lambada, el guitarreo de Nirvana o los contoneos de "Sopa de Caracol". Me pido a las "Mama-Chicho", las "Cacao-Maravillao", las chicas "Chin-Chin". Me pido a Jesús Gil presentando desde un jacuzzi y "Al Ataque" y los trompazos de "Vídeos de Primera". Me pido a Emilio Aragón con bambas blancas y smoking en "El Juego de la Oca". A Carmen Sevilla en zapatillas en el "Telecupón". Y reírme con "Farmacia de Guardia" o "Lleno, por favor". Me pido a "Pinky y Cerebro", "Cosas de Casa", "El Príncipe de Bel-Air" y "Salvados por la Campana" (aunque por culpa de Scritch se metían conmigo). Pero no pido (que no vuelvan por Dios) la ruta del Bakalao, Paco Pil, Chimo Bayo, las chaquetas Alfa-Industrial, la música máquina y los Bombazo-Mix. No nos hagáis pasar por todo eso otra vez, lo suplico.

Hasta aquí mi lista del irremediable regreso de los noventa. Esto es lo que yo me pido. ¿Y vosotros que os pedís?

27 de octubre de 2008

GAZTAMBIDE PLACE

STEVE MORRIS

El chico de los rizos ve en la televisión del tren una película que no le interesa. Está impaciente. El chico de los ojos grandes se agobia de las aglomeraciones en el metro. Se nota nervioso. Siente lo mismo cada vez que vuelven a verse. El chico de los rizos que nunca tuvo una habitación cuando era pequeño se duerme en su asiento y se pierde el final de la película que no le interesa. Se despierta intrigado y no se atreve a preguntar a nadie, aunque le gustaría. El chico de los ojos grandes que de pequeño jugaba al "Un, dos, tres" en una urbanización de Alicante no encuentra la puerta donde debe esperar al chico de los rizos. El chico de los rizos llega y va a su encuentro. Se besan. Sin perder un minuto, se acercan a un piso de estudiantes antiguo de la calle Gaztambide donde el chico de los ojos grandes que de pequeño visitó el plató de "Médico de familia" vive hace años.

Aprovechan al máximo todo el tiempo que están juntos. Los días pasan como un suspiro. Cuando el chico de los rizos que de pequeño veía películas de trompazos se despide en la estación de trenes del chico de los ojos grandes, no tiene ninguna duda de lo que siente. En el tren vuelve a perderse el final de una película que no le interesa, pero esta vez piensa bajársela de internet. El chico de los ojos grandes que de pequeño nunca se perdía "Melrose Place" ya está en su casa de la calle Gaztambide echando de menos al chico de los rizos. Le quiere y lo sabe. Y sin embargo, siente miedo. Cuanto más enamorado está del chico de los rizos, más miedo siente. Mientras que el chico de los rizos que cada vez está más enamorado del chico de los ojos grandes tiene miedo del miedo que pueda sentir su amado. No sabe si es su propio miedo proyectado afuera, pero no quiere escucharlo porque considera que no tiene importancia. El chico de los ojos grandes tampoco escucha su miedo. Lo considera estúpido y molesto. Les parece tan insignificante que ni siquiera lo llaman miedo. Pero ahí está. El chico de los rizos que de pequeño jugaba a imitar a Peter Sellers llega a su casa de Barcelona. Deja sus cosas, se pone el pijama, se mete en su cama. El chico de los ojos grandes se mete en su cama en su casa de la calle Gaztambide. Se intercambian mensajes con el teléfono móvil. Desean estar juntos. El chico de los rizos y el chico de los ojos grandes se duermen soñando en la próxima vez que vuelvan a verse.

(Modestamente, dedicado a Quim Monzó)

19 de octubre de 2008

MI HABITACIÓN

"Mis problemas, mi celda, mi prisión; mi lucha, mi ilusión; mi perdición. Una puerta, una cama y un colchón. En mi habitación..." (Antonio Flores, Mi habitación)

Ha tardado bastante. Concretamente, veintiséis años. Y es que yo nunca había tenido habitación propia hasta ahora. Cuando nací, dormía en una cuna al lado de la cama de mis padres. Después esa cuna fue trasladada a la habitación de mi hermana. Y allí estuve bastante tiempo. Por problemas económicos, tardé bastante en tener una cama. A mi madre no le gusta que lo cuente, pero recuerdo cómo mi cabeza chocaba contra los hierros del cabezal de la cuna cuando estiraba los pies apoyados en los hierros de abajo. Así iba midiendo mi crecimiento. Afortunadamente, mi padre consiguió un trabajo mejor y no tuve que pasarme toda la vida en la cuna. Con los primeros buenos sueldos compraron una habitación doble. Así compartí la habitación con mi hermana hasta la adolescencia, rodeado de posters de Luke Perry y Brad Pitt desnudo (me autocensuro un chiste). Pero ya en el instituto se empieza a necesitar cierta intimidad, así que por el bien de ambos, me instalé en la salita de la entrada que hasta entonces había sido el cuarto de invitados. Me convertí en un invitado en mi propia casa. Intenté transformarlo en mi habitación llenándolo con mis cosas y colgando posters de Hitchcock y Jim Carrey, pero ahí estaban los libros de la II Guerra Mundial y las novelas de aventuras de Emilio Salgari que nada tenían que ver conmigo. Años después, me fui a Glasgow y esa es ahora la habitación de mi abuela.

Hoy, por fin, tengo mi propio cuarto. Mi habitación. ¡Mía, mía! Hecha para mí, a mi gusto y medida. Y es maravilloso. ¡Soy muy feliz! Tengo mi espacio para escribir, dormir, trabajar, dibujar y lo que quiera. Tengo un armario enorme para mí solito. Y mi ventana. Mi escritorio. Y una silla con ruedas para dar vueltas. Cuando mi tío por fin llamó desde su tienda de muebles para avisar que ya los iban a traer, no me lo podía creer. ¡Qué sensación! Después de tanto tiempo... Es verdad que en Glasgow tenía mi pisito, mi cuarto y mi espacio, pero es de agradecer tenerlo también sin necesidad de marcharse del país. Con todos tus amigos cerca. Con los papás y la yaya a dos calles. Compartiendo piso con tu hermana. Porque la vida puede ser una experiencia plena y satisfactoria, ahora sólo quiero que venga Álex a dormir la siesta sobre mi pecho en el nuevo colchón de latex. Es como dormir en una nube... Y con eso, ya lo tendré todo. ¿Qué más podría pedir?

12 de octubre de 2008

ANODINIA


Aquella mañana, el metro seguía lleno de caraculos pero ya no me importaba. Nada había cambiado: yo sí. Algo es algo. Cuando algo cambia en ti, parece que todo a tu alrededor también cambia; aunque siga igual. Había cogido el diario Qué!, probablemente el peor periódico imaginable (lo cual tiene su mérito), y paseaba la mirada por escandalosos titulares; me hacía sonreir o eso creía. ¿Os ha pasado alguna vez que creéis estar sonriendo cuando en realidad estáis serios? La odiosa ventana reflejó mi boca inexpresiva y aparté la mirada por miedo a la esquizofrenia. Pensé que a lo mejor seguía durmiendo entre mis sábanas calientes. Pero no. Fue una falsa sonrisa; una sonrisa interna en un ambiente hostil. Entonces pensé que quizás todas esas personas estaban sonriendo igual que yo, sólo que desde fuera no se veía. El metro llegó a mi parada y pude dejar de pensar antes de volverme loco del todo.

Llevaba una semana ejerciendo de educador ambiental, como rezaba mi acreditación. Ya era hora, después de estar semanas repartiendo panfletos ecológicos, contenedores de pilas o packs de prevención por los comercios. Empezaba a no creerme lo que ponía debajo de mi nombre (mal escrito, por cierto). Pero sí. Ya tenía niños a mi cargo. Mi tarea: jugar con ellos y que aprendan valores ecológicos sin que se den cuenta. Explicar un cuento a los más pequeños. Jugar al "Eco-joc de l'Oca" o al "Eco-Trivial" con los de primaria. Iba funcionando. Los días pasaban muy rápido. Los niños se divertían y uno se sentía útil. Seguía sin gustarme levantarme a las seis de la mañana, y menos aún tener que ir a la universidad después del trabajo, pero por lo menos parecía que todo tenía su razón de ser. Vivía la rutina sin esa angustia de días anteriores. Sin dolor.

Ya había trabajado con niños antes. Pueden ser odiosos. Pueden lograr que te entren ganas de estrangularlos a cambio de un poco de atención. Pero también te aportan muchísimas cosas. Esta vez, estar con un grupo diferente cada día me permitía recibir a cada clase con frescura y no me daba tiempo a odiar a ninguno. Todo resultaba mucho más ideal. Además, puestos a odiar prefería odiar a los adultos; a los caraculo del metro o a los infelices como yo que no conseguían sonreir ni cuando les apetecía.

Un día llamó mi tío a casa con una buena noticia. Llevaba mucho tiempo esperando. Llamó y habló con mi madre. Cuando mi madre me lo dijo, por fin, sonreí. No tuve que mirarme al espejo para saber que era una sonrisa auténtica. Ni al día siguiente, en el metro a las siete de la mañana, cuando pasábamos por los túneles. De oreja a oreja. No tenía ninguna duda.

Continuará.

ANODINIA- Ausencia de dolor.
(Nada que ver con "anodino" como yo creía cuando se lo robé de un lapsus a alguien a quien quiero mucho. Conste aquí el juego de palabras)

3 de octubre de 2008

ANHEDONIA

"Yo creo que la vida está dividida en lo horrible y lo miserable. En esas dos categorías. Y lo horrible son los enfermos incurables, los ciegos, los lisiados... No sé como pueden soportar la vida, me parece asombroso. Y los miserables somos todos los demás. Así que al pasar por la vida deberíamos dar gracias por ser miserables. Por tener la suerte de ser miserables". (Woody Allen, Annie Hall)

Bajaba las escaleras del metro con una prisa enrarecida. Miré la hora dos veces. La primera, ni siquiera leí el reloj, fue sólo un gesto automático. La segunda, vi que todavía era pronto para perder el tren. A las siete de la mañana se camina como si se llegara tarde a todas partes. Es demasiado temprano y demasiado de noche como para no moverse con precipitación. Es una lucha contra el sueño y el ritmo natural del cuerpo que suplica volver a la cama.

Tuve suerte y conseguí sentarme en un vagón repleto de gente. No había ninguna vieja desvalida por la que sentirme culpable. Volví a mirar la hora. No había cogido ningún diario gratuito y ya empezaba a arrepentirme. Uno pretende a veces ser algo más que un borrego social, estar por encima de lo que hace todo el mundo y al rato te encuentras aburrido, añorando ser un cualquiera integrado en el gris entramado cotidiano de la clase media. Siempre que he tratado de apartarme buscando la visión privilegiada del marginado, no he tardado en sentirme solo e infeliz. Estúpido. Si observáis de cerca alguna persona de las que voluntariamente se muestra excluida o diferente respecto al mundo vais a encontrar, lo más seguro, enfado, tristeza o anhelo.

Al cabo de dos paradas, me di cuenta de por qué había tantos diarios gratuitos: es preferible mirar unas hojas de papel que mirar al suelo. Si creéis que es triste que la gente no se mire a la cara por las mañanas es que nunca habéis mirado las caras de gente a esas horas. No creo que los cerdos camino del matadero hagan peor cara. Es como si con las prisas cada uno de nosotros se haya equivocado al vestirse y se haya puesto la ropa al revés, de manera que lo que vemos es su culo asomando por el cuello de la camisa. Lo peor fue cuando, buscando optimismo en los andenes desde la ventana del funesto vagón, se volvió el cristal un oscuro espejo al entrar en el tunel mostrándome con descaro indecente que era yo mismo tan caraculo como el que más. La cruda sinceridad de un espejo inesperado roza la mala educación.

Aquel día, una mañana más, sentía que mi rutina diaria poco tenía que ver con mis sueños. Ya no tenía un trabajo de mierda, así que había perdido mi tan valiosa excusa. Y me planteé si va a ser siempre así. Si nunca voy a encontrar un trabajo por el que me levante de un salto, con una sonrisa. Si las mañanas siempre van a ser tan fúnebres y desalentadoras. Si mis horas felices van a quedar siempre relegadas a las tardes libres que no puedo disfrutar plenamente por el cansancio. Pensé si pronto empezaré a vivir solo pensando en las vacaciones o, peor, en la jubilación.

Con ese recelo en la boca del estómago salí del metro. Preocuparse es peor que tener un problema. No hay nada a lo que culpar. Es sólo miedo. Un miedo que me acompañó constantemente a lo largo de los días, exceptuando el dulce paréntesis que suponían los ratos que pasaba con Álex. Gracias a él me sentía afortunado. Por lo demás, todo lo hacía como por obligación, sin poder disfrutar de nada. Parecían demasiadas obligaciones de golpe. Pero, por suerte, las cosas empezaron a cambiar cuando, después de varias semanas, fuimos al primer colegio a jugar con niños, que era para lo que realmente nos habían contratado...

Continuará.

ANHEDONIA: Incapacidad para experimentar placer. Pérdida de interés o satisfacción en casi todas las actividades. Incapacidad para disfrutar las cosas o la vida.

17 de septiembre de 2008

DIME QUE ME QUIERES

Dime que me quieres y me olvido
de las baldías noches en vela
sin tu cuerpo, del sordo silbido
del silencio que al llanto congela.

De lo oscuro de un eco pasado
que nos sobrevuela carroñero,
del furor de un reproche sincero,
del dolor de un complejo callado.

Dime que me quieres y me olvido
del tiempo que paso con tu ausencia,
del anhelo del niño perdido,
del duelo entre el miedo y la paciencia.

Del celo en los ojos de lo ajeno
que me contamina la mirada,
del rechazo, del asco y la nada;
del pecado, el rencor y el veneno.

Dime que me quieres y me olvido
de nuestra lucha de egos penosa,
de la testarudez y del ruido
de esta historia de amor caprichosa.

14 de septiembre de 2008

UN AS EN LA MANGA

"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé" (Cambalache, Enrique Santos Disépolo)

MGM

Aquella mañana me gritaron varias personas. Entiendo que me griten, quizás yo también gritaría si me hubieran cortado la luz por un error de facturación y hubieran venido a arrancarme el contador. Seguramente gritaría si me hubieran cobrado seis mil euros de luz al pasar por equivocación todos los recibos de mis vecinos por mi cuenta bancaria. Si fuera el dueño de una pescadería al que le cortan la luz durante horas y pierde todo su género, haría algo más que gritar. Pero eso no hacía que me sintiera mejor. Una vez las dos partes acuerdan que no se puede hacer nada, uno grita y el otro escucha: y todos jodidos.
Aquella mañana me insultaron, si no recuerdo mal. Era algo habitual. Tardé demasiado en dar una información o quizás repetí como un autómata: "Pero no podemos hacer nada". Nunca he sido de los que se van corriendo a llorar al baño pero el caso es que uno se cansa de ir tragándoselo todo, incluso las lágrimas. Aunque entonces ya todo me daba igual. Tenía la carta de renuncia en la cartera. De todos los compañeros que hicieron la formación conmigo sólo quedaban cuatro, ninguno de ellos con intenciones de continuar mucho tiempo. Así que les llevé mi carta de renuncia a la hora del descanso. Con decisión y la barbilla alta. Les dije que lo quería dejar esta semana y respondieron: "¿Qué tal si lo dejas hoy? Nos va mejor por tema de contratos". Y ya no tuve que volver más.
Lo malo de que tan poco importe quien va y quien viene en este trabajo es que tan poco importa también la labor del teleoperador en ese puesto. La persona a la que exponemos nuestras quejas y de la que esperamos algún tipo de solución es una cabeza de turco que está contando los minutos que le faltan para dejar su puesto por hoy o para siempre. Es una lástima. ¡Vaya una sociedad avanzada! A mí, desde dentro, no se me ocurrían otras soluciones que quemar mi empresa u otras alternativas altamente destructivas. Lo a gusto que se debe quedar uno... Se aceptan sugerencias.
Afortunadamente, encontré otro trabajo: digno y bien pagado. Estaba a la espera de su confirmación y por eso no había dejado todavía el otro ni quería decir nada. Ahora soy educador ambiental en un proyecto del Ayuntamiento de Rubí. Dicen que los que trabajan en o para los ayuntamientos trabajan poco y cobran mucho. No seré yo quien desmienta el tópico. Lo gracioso (a parte de mi puesto, para los que me conocen) es conseguir el mejor trabajo de mi vida justo ahora que hay crisis y que todo el mundo dice que todo está tan mal. ¿Seré yo el causante? No creo. Pero es muy propio de mí, supongo. Es otra manera más de llevar la contraria. No sé si por mi parte o por parte del mundo. Eso ya lo decidís vosotros y luego, si os apetece, me lo contáis porque yo solito, la verdad, es que no lo entiendo.

6 de septiembre de 2008

CLAVALACALVA

"Entrégate en cuerpo y alma a esta empresa y conseguirás todo aquello que desees" (Sabor & Calidad)

CLAVALACALVA

Ha llegado septiembre a dar la lata y con él los programas de televisión, la vuelta al cole, el trabajo, la universidad y los nuevos proyectos. Mi compañía de teatro de humor absurdo (absurda compañía) Clavalacalva emprende el nuevo curso con ilusión y con más ganas que nunca. Después de la obra "Sabor & Calidad" de la que quedamos muy satisfechos, empezamos a preparar un nuevo espectáculo que esperamos tener listo para principios de año. Os esperamos a todos allí. Para darnos un poco más a conocer a través de la red, y para teneros informados, hemos creado algunos espacios que podéis visitar siempre que os aburráis:

FOTOS: http://fotolog.com/clavalacalva
BLOG: http://clavalacalva.blogspot.com/
VÍDEOS: http://youtube.com/clavalacalva
clavalacalva@gmail.com

Esperamos que sigáis la evolución del proyecto en estos espacios a modo de diario de trabajo. Gracias a todos por el cariño.

27 de agosto de 2008

ENTRAÑAS

Saben aquel que diu que es una obra en construcción y llega la hora de comer. Todo el mundo saca sus fiambreras y sus bocadillos. Y eso que un obrero saca su bocadillo, lo abre y dice: "¡Mierda! Otra vez tortilla de patata". Coge el bocadillo y lo tira. Al día siguiente, suena la sirena, hora de comer. Abre el bocadillo y dice: "¡Mierda! Otra vez tortilla de patata". Coge el bocadillo y lo tira. Al tercer día la misma operación; coge el bocadillo, lo abre y dice: "¡Mierda! Otra vez tortilla de patata". Coge el bocadillo y lo tira. Al cuarto día, coge el bocadillo y, sin abrirlo, lo tira. Y un compañero le dice: "¿Por qué lo tiras sin saber lo que hay dentro?". Y le responde: "¡Cómo no lo voy a saber si me los preparo yo!".

(Eugenio)



Cuando cuento que odio mi trabajo no sé si transmito realmente hasta qué punto desprecio lo que hago. No sé si sabéis de verdad la repugnancia que me produce. El rechazo, la repulsión. No sé si soy capaz de expresar el profundo asco que me produce levantarme y pasar allí cuatro horas todos los días. Imaginad un estercolero putrefacto. Ratas muertas. Imaginad que alguien os vomita en la boca. O que aplastáis con el pie la cabeza de una ardilla y se le sale el cerebro por los ojos. Imaginad lo más asqueroso que vuestro estómago pueda resistir sin devolver y después imaginadme a mí respondiendo el teléfono. Ese es mi trabajo. Así cada mañana; mal sentado en mi posición y con la obligada sonrisa telefónica con mierda entre los dientes. No voy a quejarme de los clientes, del catetismo generalizado ni la mala educación porque el cliente siempre tiene la razón; es decir, que es la víctima. Pero el sistema, señoras y señores, no funciona. Y, lo más importante, yo no tengo la culpa. No me pagan lo suficiente como para ejercer de cabeza de turco del neoliberalismo, vapuleado a media jornada; sobre todo si no me dan herramientas para aportar soluciones.
Imaginad un torso humano abierto en canal y a mí manipulando sus entrañas. Imaginad un manojo de tripas blancas chorreando sangre y restos de comida. El hedor de las vísceras, la bilis, los excrementos. Ese es mi trabajo. Llama un cliente quejándose de que algo huele a podrido en Dinamarca. "Disculpe, señor, ¿sería tan amable de oler su propio culo?", respondo yo. "Es que ahora mismo no me llego, ¿sabe?". "¿Y no puede llamar a un vecino para que se lo huela?". No se trata de solucionar nada. Se trata de seguir el argumentario. Eso lo aprendí el primer día.
De los nueve trabajadores que entramos a finales de julio ya lo han dejado cuatro. Y ninguno de los que quedamos tiene intención de seguir durante mucho tiempo. Mi hermano me dice: "Lo estás haciendo lo peor posible para que te echen, ¿no?". Y yo digo: "No, lo estoy haciendo mal, como de costumbre". Estuve dos años en otro servicio haciéndolo tan mal como ahora. Pero allí llamaban menos.
No pierdo la esperanza, no creáis. Confío en no pasar el período de prueba que termina esta semana. Una compañera veterana me da esperanzas: "¡Cuánta gente! Cuando vuelvan los que están de vacaciones no vais a caber". Espero que me den la patada. Y que sea pronto. Antes que el olor de las entrañas del personal quede impregnado en mis manos para siempre. Y si no me echan... no temáis. No estoy acabado. Tengo un as en la manga. Pero eso lo cuento otro día.

21 de agosto de 2008

LAS PARADOJAS DEL ZOO

"La vida es un zoo en una jaula" (Peter de Vries)

CABOT
Ya sé lo que estáis pensando. Parezco Jack Nicholson en El Resplandor. Tenía que ponerla.

Hace unos días, fuimos al zoo Álex, mi hermana y yo. Hacía muchos años que no iba al zoo de Barcelona. Es uno de esos sitios al que sólo vas si eres niño, padre o novio. Es para las familias. Hasta los turistas que hay son familias. Y tengo que decir que me pareció un lugar precioso y triste. Las dos cosas. Aunque suene paradójico.

La parte más bella son los animales. Las hembras con sus hijos, ver su relación. La parte triste es pensar que echen de menos África o que directamente hayan nacido en cautividad. En ese caso, se deben conformar con soñar con ella. Impresiona, si lo piensas, ver a los animales encerrados. Atrapados en sus jaulas. Tan bien cuidados y, sin embargo, privados de libertad. Dan pena. Todo lo que el hombre es capaz de hacer por ellos no es nada como lo que ellos hacen por sí mismos viviendo en su hábitat natural.

Me llama la atención cuando miramos, por ejemplo, a los monos y nos sorprende lo humanos que parecen algunos de sus gestos o comportamientos. ¡Parecen personas! Como si eso los hiciera mejores, pobres monitos. Como si ser humano fuera el súmmum de la existencia. El colmo de la evolución de los seres vivos. Con lo que molaría ser monito.

Antes se iba al zoo de Barcelona a ver a Copito de Nieve (en paz descanse) o a la orca Ulises. Eran las estrellas. Ahora ya no hay estrellas, aunque nos traten de vender el fichaje de los lemures. En mi opinión los suricatos son más carismáticos. Ahora los demás destacan y es más justo. Aunque vendan menos entradas. Es como una película coral independiente de la que sobresale la actuación de los delfines. Se les ve tan a gusto en su piscina, tan felices jugando con sus cuidadores, tan disciplinados, tan divertidos que te hacen olvidar toda tristeza, toda contradicción, toda paradoja.

13 de agosto de 2008

NIÑOS Y MAYORES

"Por lo que hago / no sé si perderé a los ángeles del Cielo / pero he ganado a los niños de la Tierra" (Gloria Fuertes)

MATTEL

Quien crea que la vida no tiene sentido no cree en la magia. Ni ha conocido el amor. Ni ve el paso del tiempo como un renacer continuo, un aprendizaje hermoso, un infinito aprecio por lo que a nuestro alrededor nace y renace. Miro a la gente mayor, a mi abuela, absolutamente sabia, tiernamente lúcida y creo ciegamente. Tal como ella ve y ama a los suyos. No encontrar el sentido de las cosas es buscar en el lugar equivocado. "Menos cabeza y más corazón, por favor", le digo por las mañanas al flaco del espejo, aunque a veces no me escuche.

Conocí al bebé de mi amiga Ainhoa: Lúa, ese milagro. Esa hermosa personita nueva en el mundo. Tan pequeñita en los brazos de su madre que la ha guardado celosamente en su cálido vientre durante nueve meses. Ahora se miran cara a cara y es la magia al cuadrado. Es tan raro y bonito; hace tan poco Lúa no existía y ahora está aquí y ya se la quiere con sólo mirarla... ojos tan enormes, boquita llorona. Y ya va a estar siempre aquí y formará parte de nuestras vidas, siempre. Y nosotros de la suya. Lo intento, pero no consigo imaginar cómo será cuando sea mayor. Lo mismo le ocurre a Álex con su sobrina Laurita, a quien me muero por conocer. Es maravilloso entender a nuestros mayores a través de nuestros niños. Esos niños que nosotros fuimos y con los que tanto nos divierte jugar. Yo sigo siendo un niño cuando estoy con mi abuela. Y cuando miro a mis padres a los ojos. Lo raro es cuando he cogido en brazos a Lúa, tan chiquitita e inquieta. A los niños no les dejan coger en brazos a los bebés. Pero a mí sí y sólo tengo una explicación para eso: magia.

31 de julio de 2008

UN, DOS, TRES... RESPONDA OTRA VEZ

"Ya podría estar ardiendo todo este sistema eléctrico que yo no podría ni abrir el grifo de la cocina sin rellenar el impreso 27B/6" (Brazil, Terry Gilliam)

UNIVERSAL

Hay muchas cosas horribles que la gente hace por dinero. Una de las peores: trabajar. Todo el mundo tiene un precio. Lo más lamentable, en mi caso, es que como teleoperador ese "precio" es bastante bajo y encima te insultan por teléfono. He vuelto a las andadas. Después de hundir la sanidad pública en la más profunda inoperancia los fines de semana, entre infojobs y yo hemos acordado encomendarme la misión de acabar ahora de una vez por todas con el sistema eléctrico catalano-aragonés. Supongo que no será difícil tal y como están las cosas, aunque tardaré a superar lo del apagón del año pasado. I'll do my best!
Sí, señoras y señores: una vez más al mando de todos vuestros datos confidenciales. Culpen a quien me ha contratado. Una vez más encarno el papel de majete incompetente que no te resuelve nada pero te torea bien. Esa clase de tipo al que odio con ganas cuando llamo como usuario a cualquier tipo de servicio. Ese que te deja en espera oyendo música y no te ayuda y tienes que llamar otro día. Ese ser detestable y robótico es mi particular Mr. Hyde que protesta contra un trabajo basura que odia pero necesita. Alguien que odio pero soy. Salto al otro lado. El odio al final se convierte en deseo de ser odiado. En mi trabajo es muy fácil.
La verdad es que no es para tanto, pero tengo tendencia a exagerar para divertirme. Ni odio tanto mi trabajo, ni a mí mismo, ni soy tan incopetente. No es un trabajo duro, pero sí complicado y muy aburrido. Es difícil aprender todas esas metodologías que en realidad te importan un pito. No me gustan los cursillos de adiestramiento que te hacen hacer para memorizar el funcionamiento interno de la empresa. No quiero más formación, oiga, póngame en un teléfono y déjeme en paz. Hoy ha llamado una mujer pidiendo precisamente eso: que la dejásemos en paz. Que no quería recibir más cartas. Ni de nosotros ni de nadie. Que no quería cartas. Que era una mujer mayor y no podía defenderse. Pues sí, señora, con toda la razón. Hay veces que no apetece formar parte del sistema, sobretodo cuando ves cómo de verdad funcionan las cosas. Cuando por fin te das cuenta de lo que va todo esto, lo que te apetece es perderte por ahí y que te dejen en paz.
Esto es un enlace con una escena de la película Brazil de Terry Gilliam. Realmente así veo yo mi empresa; seguro que muchos de vosotros veis igual las vuestras. ¡Qué risa!

18 de julio de 2008

REENCUENTRO

Volver a encontrar. Recobrar las cualidades, facultades, hábitos, etc., que habías perdido.



Cuando cuesta coger el aire, las cosquillas debajo del ombligo.
Después de casi cuatro meses viviendo juntos, pasando veinticuatro horas juntos: a seiscientos kilómetros o quinientos... y, sin embargo, tan cerca.
Cambiar su lado de la cama por su lado del teléfono. Los mensajes al móvil. Nuestras libretas. Yo tengo una y él otra. Y cuando nos apetece escribimos lo que nos gustaría que el otro leyera cuando volvamos a estar juntos. En la misma ciudad, claro. Con sus labios en mis labios. Su mano en mi pierna. Mi pierna en su pierna. Y mi mano en su cara.
Esperar en Sants-Estació: "¡Cómo ha cambiado todo esto!". Sentirse nervioso como el primer día. De pie frente a las escaleras mecánicas, sale la gente una tras otra y en cualquier momento estará aquí.
¡Qué calor hace en Barcelona! ¿No?
La ilusión del primer día... y sin embargo, nueva. Siempre nueva. Siempre la misma: fuerte y bella. Y el reencuentro.
Y lo mejor de la distancia: el reencuentro.

7 de julio de 2008

MIRAR Y VER

Mi profesora de clown siempre me decía: "No basta con mirar al público. Tienes que verlo".


Fue como sacar la cabeza por la ventanilla en mi último avión de camino a casa. Mi cabeza atravesando las nubes a setecientos kilómetros por hora. Mi cara aplastada contra el aire y los recuerdos. Fue como perder los sentidos por el camino. Fue como mi nariz y mi boca y mi lengua soltándose de mi cara y perdiéndose en algún lugar allí atrás. Mis ojos. Mis orejas. Todo yo despedazado y esparcido por el mundo. Fue como llegar a ser una cara sin rostro; vacía sobre un cuello y pelo por encima.

Igual que un dibujo animado que sale corriendo de un lugar, pero su figura permanece unos segundos hasta convertirse en una nube de humo. Mi cuerpo llegó a casa pero no mi esencia. Y ahora mis miembros renacen, cual lagartijo, los ojos, la lengua y las orejas que perdí en la ventanilla del avión. Mi nariz. Y ahora poco a poco vuelvo a ver, oler y saborear. No sólo he vuelto; poco a poco, estoy presente.

Estaba en la salida de metro de Collblanc con mis gafas de sol y mi cara de ciudadano. El dentista acaba de decirme que mis implantes dentales no causaban problemas y que me podía ir a casa. Pero en vez de eso, me iba a Port Aventura a celebrar el cumpleaños de mi amiga Noe. Estaba esperando, mirando el coche de Miquel pero sin verlo, cuando un extraño anciano de rostro colorado inició una serie gestual diciéndome respectivamente: "balón", "futbolista", "allí". Yo respondí en inglés: "Yes, it's right there". Y así tratamos de comunicarnos como hombres de las cavernas, yo en inglés y él con extraños movimientos rápidos. Tema: el Camp Nou. Razón: ninguna. Comprensión: cero. Finalmente, me dijo en un perfecto andaluz: "No , era por zi no zabíah ande era", y se fue.

Lo curioso no es que aquel individuo viera en mí un turista buscando el Camp Nou, sino que yo viera en él el mismo personaje. Yo, creyéndome observador, siempre había presumido de tener muy buena intuición en ver las cosas. Sin embargo, parece que pasaba la mayor parte del tiempo mirando sin ver que en realidad no veía. Así paseo mi perdida mirada por mi ciudad y entro a QSS a buscar unas fotos que encargué en Fotoprix o entro a una colchonería a cortarme el pelo. Confío en que el velo de confusión de mis pupilas desaparecerá a medida que aprenda una lección de todo esto. Mi abuela ya me enseñó que, en casa, siendo la más ciega, era la que más claro veía. Ver es algo que va mucho más allá de los ojos. Lo que no sé es si todo el mundo ve en mí lo que el señor que me confundió con un guiri. O ven lo que les da la gana. O ven simplemente a un mirón. Eso no lo sé. No lo veo claro.

27 de junio de 2008

MANDERLAY

"Anoche soñé que volvía a Manderlay" (Rebeca, Daphne Du Maurier)

UNITED ARTISTS

Al escribir esto, España todavía no ha perdido la Eurocopa. Tampoco la ha ganado. La gente se olvida de que llegar a la final no es ganarla. Pero, ¿qué importa, verdad? Total, como no llegamos nunca. Supongo que es inevitable este ambiente de euforia y patriotismo continuo. A mí me gusta. Por eso no dudo en subirme a la enorme burbuja de optimismo inflada partido a partido hasta sobrevolar una base real. Es inevitable, creo, subirse ahora que -¿quién dijo crisis?- cualquiera (por ejemplo, yo mismo) tiene fe en la selección y se permite opinar sin tener ni idea de fútbol. La selección está para eso.
Desde que he vuelto a casa no sé sobre qué escribir. Y no es por falta de temas. Lo que pasa es que todo me resulta todavía tan extraño que soy incapaz de describirlo. Parece que se me haya olvidado vivir. Y no quiero escribir cada semana: "Hoy he estado a punto de morir atropellado por mirar hacia el lado contrario. Otra vez". Me aburre. Y no quiero escribir desde la tristeza porque ahora mismo tengo muchos motivos para ser feliz.
Por eso me subo a la primera burbuja optimista que pase flotando. Te subes. La exprimes al máximo y luego vuelves a la tierra. A la nada. El problema de haber vuelto es que no he vuelto a mi vida. Ahora es verano. No estudio ni trabajo. Es vacaciones: mi no-vida. Volver a mi no-vida es muy confuso. Además, después de haberlo compartido todo con alguien, ahora en la distancia, todo me sabe a su ausencia, en todo me falta. Sin tristeza. Sólo con ganas de verle.
Así, también me falta en cada gol, en cada penalti, en cada saque de banda. Eso no suena muy romántico, pero lo es. Afortunadamente, ahí está mi padre para amenizarlo; sin camiseta, sudoroso, oliendo a padre; con su barriga de padre rebosando el calzón de estar por casa. Gritando conmigo cada pase, sea malo o bueno. Esos momentos en que, curiosamente, se le pierde el respeto pero se le quiere más. Momentos. ¿Y luego qué?
La protagonista de Rebeca, la mujer sin nombre, soñaba que volvía a Manderlay. Un lugar lleno de fantasmas que había supuesto para ella una cárcel, una pesadilla. Ese lugar que, sin embargo, fue la realización de todas sus aspiraciones, sus más profundos anhelos. Un hogar opresivo, sobreprotector, pero un hogar al fin y al cabo. Un lugar con el que soñar con volver. Todos tenemos nuestro Manderlay personal. Mientras escribía este post mi mente estaba allí. Entonces he entendido que Manderlay no es un lugar. Es un estado de ánimo. Esa sombra que perdura más allá de los incendios y de su propia destrucción. Ese pasado tan presente. Lo que te persigue en sueños. Ese miedo: Manderlay.

19 de junio de 2008

THERE'S NO PLACE LIKE HOME

"Una tal lliçó / hem hagut d'entendre / el meu poble i jo" (El meu poble i jo, Salvador Espriu)



¿Y allí no hay morcilla? pregunta la yaya.
Todo me parece más pequeño. Álex ya me advirtió sobre esto. Es como llegar a un plató de cine que has visto siempre a través de una pantalla. Lo ves en persona y todo es igual y al mismo tiempo diferente y pequeño. Sentimientos enfrentados y mirada al suelo. Me da vergüenza encontrarme con alguien. Cualquiera. Acabo de llegar y lo conocido me agrede. Me siento muy vulnerable. Al llegar a casa, parece que no me haya ido nunca.
¿Y allí hay gazpacho? pregunta la yaya.
Comemos en familia. Mi madre está feliz de volver a reunir a todos sus hijos. En un año, mi casa se ha convertido en una casa de padres. Mis hermanos tienen ahora sus propios pisos y sus cosas han sido sustituidas por fotos. Fotos de Simón por las estanterías. Fotos de Patri por las paredes. Fotos mías por todas partes y sobre el tocadiscos. Me siento feliz y también tengo miedo. Por el paso del tiempo. Por el cambio. Por la vuelta al mundo real, que exige una responsabilidad para la que ahora se me supone preparado.
¿Y allí hay callos?
Es como ser abducido por un ovni y que te dejen en el mismo lugar un año después. Estoy blanco como un británico. Visto como un británico. Voy con cara de guiri por las calles. No sé cruzar y en cada semáforo busco el botoncito. Y me agobia el calor. Camino mirando los edificios como si nunca antes hubiera vivido en esta ciudad. Llego tarde a los sitios. Me olvido de con quién he quedado, cuándo.
¿Y allí hay lentejas con chorizo?
No.
¡Jorobá! Pues a mí no me gustaría vivir allí - dice la yaya.
Todavía me estoy adaptando. Voy a necesitar algún tiempo. Supongo que cuando acabe de reencontrarme con todo el mundo empezará la normalidad. Eso me dicen. Y dicen que no hay lugar como en casa. Y dicen que hay que irse fuera para valorar lo que uno tiene. Es cierto. Espero que también Barcelona haya aprendido algo de mi ausencia. No tengo ninguna duda.

13 de junio de 2008

MADRID (SPAIN)


En el aeropuerto, los carteles venían escritos en castellano y en inglés. Mi mirada iba directa a leerlos en inglés sin cuestionarse siquiera la razón. Al cruzar la puerta de salida, tras recoger las enormes maletas, llegamos al hall donde una decena de amigos de Álex gritaban su nombre sosteniendo una pancarta que decía "GÜELCOM". Una sábana vieja en realidad, pintada con un aerosol. Todo el mundo nos miraba, como si llegara un famoso y yo era alguien entre Juan el Golosina o la manager de la Pantoja intentando no ponerme colorado. Ellos mismos se presentaron y todo era muy emotivo y bonito mientras me daba cuenta de que por primera vez en mucho tiempo más de dos personas a la vez me hablaban en español.
Cogimos el metro y ya todo era español. Los anuncios. Los tickets. La voz de la señorita que anuncia las paradas. La gente a mi alrededor. Viajeros con bolsas de "El Corte Inglés". No había rubios y (esto es fantasía) olía a jamón serrano. Una sobredosis de españolidad (léase en tono descriptivo) y yo sintiéndome pequeñito, pequeñito, y diciendo a todo el mundo "sorry" y "thank you".
Una fiesta con fuet y queso y chorizo. Te levantas al día siguiente y ya estás oficialmente en España. Y ves a Ana Rosa Quintana analizando la actualidad mientras te tomas un colacao. Y llueve y no hace calor. ¿Estamos en España? Salimos de Glasgow preparados con los pantalones cortos. Ese día hacía sol y se estaba bien. Pero llegamos a una España lluviosa, pareciendo dos guiris que vienen a ponerse ciegos a sangría. Una España en crisis (¿he dicho crisis?) o desaceleración, como gusten, que parece que afecta hasta al tiempo. Muy poca comida en los supermercados o en los pequeños comercios, aunque por suerte ahí tenemos al flamante "El Corte Inglés" que no entiende de huelgas ni de nada parecido. Gracias a tal imperio de la venta hemos podido disfrutar de nuestros tan añorados embutidos y nos ha salvado el regreso. Y también de productos que ya ni recordaba como las latas de mejillones, calamares o berberechos.
De momento todo es como raro. Espero ir adaptándome que aún me queda volver a Barcelona. Supongo que pronto dejaré de hablar a los desconocidos en inglés, hacer comentarios sobre la gente que tienes delante pensando que no entienden tu idioma o comentar a Álex cuando escucho a alguien hablando castellano cerca:
Mira, esos son españoles.
Todo se andará.

6 de junio de 2008

¿Y SI?

¿Y si un sabio sin saberlo me camela?
¿Y el camino de baldosas amarillas?
¿Y un tornado de suspiros a capela?
¿Y el país de las palpables maravillas?
¿Y si sale del armario el Principito?
¿Y si cambio un par de coplas por tus piernas?
¿Y si ese choto engatusa a este monito?
¿Y si un sinfín de sardanas subalternas?
¿Y si olvido quien no soy mientras te escribo?
¿Y si fuera más verdad que de mentira?
¿Y si ríe mi talante inexpresivo?
¿Y creer en el mirar de quien me mira?
¿Y si al final enamorarse no era malo?
¿Y si acepto tal cual llega este regalo?

1 de junio de 2008

LONDON and THE LAST DAYS IN GLASGOW

MULA

Y fuimos a Londres como viaje final antes de la vuelta definitiva. Nos encanta. Y lo vimos todo. Y lo andamos todo. Y fuimos los más turistas odiando a los demás turistas que no nos dejaban visitar tranquilos la ciudad. Y fuimos a ver "Wicked". Y el estreno de Indiana Jones. Y nos perdimos Eurovision por ver "The Sound of Music". Estuvimos en un hostal en South Kensington y nos sentimos muy ricos, sin serlo. Casi nos arruinamos. Todavía nos queda algo para comer y volver.

Volver... Tan deseado como temido momento. Ya hemos hecho las maletas... Seré breve: voy a donar 20 kilos de ropa a la Cruz Roja Inglesa. Creo que con eso lo digo todo. Ha sido una locura. Pero volveremos enteros. Eso parece. De momento, Alex se ha torcido un tobillo. No sé si será por los nervios. Tengo muchas ganas de poder sentarme con calma y escribir un "post" como Dios manda. Afortunadamente, eso será muy pronto.

19 de mayo de 2008

BELFAST SE ESCRIBE CON "B"

si los astros se ponen en mi contra, reclino la cabeza y que benga la colleja que toque. no me da la gana matarme a escribir con decencia desde este teclado de cyber de mala muerte sin acentos, sin enye, sin ni siquiera "ube": ube de balencia, de bolar, de bieja, de bibir, de bictoria. un post feo para una ciudad fea... y sin foto. que se joda belfast, que es pequenya, sosa, aburrida y peligrosa. es una ciudad que no esta orgullosa de si misma y asi es imposible gustar a nadie. no me extranya que los buelos fueran tan baratos. una ciudad que aun esta por construir, por reinbentarse, que no se ha recuperado aun del terrorismo. no habia turistas, ni postales, ni centros de turismo, ni tiendas de regalos de recuerdo. y eso que es la ciudad donde se construyo el titanic. otra ciudad lo explotaria hasta el infinito, pero belfast esta demasiado ocupada caminando mirandose los pies abergonzada. sin salir del centro, no es tan horrible, pero si bisitais belfast (no lo recomiendo) no cojais un hostal a las afueras como nosotros. que miedo. el ultimo dia, quede como epitafio, nos metimos al cine a ber "Speed Racer" para escapar de tanta tristeza. eso si, nos reimos mucho con tanta desbentura.

si no hay mal que por bien no benga, debo decir que ahora baloro mucho mas bibir en glasgow (imaginad lo que baloro barcelona) y a la gente que aqui me rodea. me he reencontrado con sara y su buen humor y sus abrazos y ternura. la adoro. y con ifa que siempre me hace reir y me ensenya cosas y me pregunta y me responde. y con clara que es un marabilloso ejemplo de que la bida esta para disfrutarla y ser feliz. y tambien ica que es buen gusto, ironia, una sonrisa y unos preciosos ojos de gata. las quiero y quiero glasgow por ellas en gran parte. pero tambien quiero a mis raices y las necesito y las anyoro. espero reencontrarme a estas doncellas franco-italianas pronto en casa. en mi casa y alli darles el carinyo que se merecen y que en escocia ya hay dias que no me sale.

manyana londres.

12 de mayo de 2008

PATRI

Tener hermana es una suerte. Tener a mi hermana es la fortuna al cuadrado. Hemos pasado un gran fin de semana juntos. Ha conocido a Alex. Me han entrado todavía más ganas de volver. Se ha marchado esta mañana sobre las cinco. Hoy el día ha empezado difícil. Uno de esos en los que todas las tostadas se te caen por el lado de la mantequilla y todos los charcos te salpican a la cara cuando los pisan coches de cristales oscuros. Álex no ha parado de repetirme: "Veinticinco, veinticino...". Los días que nos quedan en Glasgow. Pero a estos días no hay que temerlos; hay que enfrentarlos y remontarlos. Eso hemos hecho y al final ha salido el sol y todo (no es mentira). Me ha animado mucho hablar por teléfono con mi abuela. También arreglar el papeleo de la universidad y el piso. Sin ánimo de echarme, en ambos sitios, me han dicho que me largue cuando quiera. Mañana nos piramos a Belfast y vamos con muchas ganas de disfrutar. Es curioso, pero ver a mi hermana me ha hecho darme cuenta de lo que tengo en Barcelona. Y me refiero a ver, escuchar, abrazar. Gracias a todos por el cariño. Mi regreso está a la vuelta de la esquina. Y voy a dejar ya de decirlo que me hago pesado y me aburro hasta a mí mismo. Besos a los que no tengáis hermanas y a los que sí. Aunque la suerte me parece relativa y me pelee contra los días de malos astros como hoy, sería un necio si no viera la suerte que tengo con Patri. Ahora que he aprendido (sin dejar de seguir aprendiendo), ya quiero a quien me quiere de verdad, a quien es bueno, quien me conviene y quien se lo merece. Quiero honestamente a quien me quiera también así, y así lo quiero a mi lado. El resto, a la hoguera.

5 de mayo de 2008

DUBLIN Y ALGUNA QUEJA

MULA

Según la cuenta atrás que he instalado en la parte de arriba del blog, a la derecha, donde antes estaba el contador de visitas (paciencia, quizás tarda en cargarse), quedan 43 días para mi regreso a Barcelona. Eso es mucho teniendo en cuenta las ganas que tengo de volver o poco teniendo en cuenta el tiempo que llevo ya aquí. La verdad es que estoy harto. Ya he terminado los malditos exámenes y no tengo clase, pero no me dejan irme hasta que me den las notas. Me siento secuestrado. Necesito un puto certificado de asistencia y no sé qué estupideces más. El caso es que aquí estamos Álex y yo matando el tiempo, aburridos y soñando con las playas españolas y su calor. La parte positiva es que estamos aprovechando para viajar. La semana pasada estuvimos una semana en Dublín y nos encantó. Es una ciudad de juguete. Lo malo es que dejan jugar en ella a todo el mundo y yo me agobio cuando muchos a la vez queremos jugar a lo mismo. La vimos en dos días. Próximamente visitaremos Belfast y London. Además, mi hermana nos visita este fin de semana. Todo eso amenizará la estancia. Pero de verdad que empieza a ser agonizante. Encima nos hemos quedado sin internet en casa y tengo que venir a la biblioteca a usar el ordenador. No podemos ver los capítulos de Aída, ni Lost, ni South Park, ni ninguna serie, ni Buenafuente, ni El Intermedio, ni podemos seguir Operación Triunfo. No nos cansamos de patalear. A ver si se arregla la cosa porque es una mierda venir aquí a escribir con la dichosa frasecita debajo:

á é í ó ú ñ

No hay ninguno de esos signos en este teclado. Por eso, busca letra por letra en internet y búscate también una "ñ". Corta y pega en el texto, y luego corta y pega de nuevo cada vez que tengas que utilizarlas. Como decía: agonizante. Espero escribir algo más positivo pronto. Mientras tanto, se agradecerán palabras de ánimo. Quiero volver!

27 de abril de 2008

EL EGO Y LA MENTIRA

"De vez en cuando di la verdad para que te crean cuando mientes" (Jules Renard)


De un actor se espera que mienta. Que mienta deliberadamente y lo haga para nosotros. Pagamos una entrada para eso. Pero no quedaremos satisfechos si miente de cualquier forma. Queremos que se nos mienta desde la verdad. ¿Acaso es eso posible? Muchos directores y profesores de teatro saben lo que eso significa. No vale cualquier mentira. Tampoco vale una verdad. Se trata de aparentar. Que parezca verdadero, sin llegar a serlo. Nadie se lo va a creer, es una convención. Pero si resulta demasiado falso, saldrán del teatro decepcionados.

Hay mentiras que hacen felices a la gente. Los actores somos felices mintiendo. De una mentira nace una verdad y así mimamos nuestro ego caprichoso. El ego de un actor es muy delicado y necesita de esos cuidados. De ahí que algunos se acostumbren a la apariencia y sigan mintiendo(se) toda la vida. En la mentira se habita con comodidad. Sin embargo, la mentira está cruelmente denostada en la sociedad. La razón es bien sencilla: todos somos mentirosos. Eso me hace pensar en el ego de la gente. La gente normal. La gente real. La gente que no se pone un traje de mentira y con una voz de mentira se sube a un escenario irreal para pronunciar palabras que nadie jamás ha pronunciado más que en un entorno ficticio. La gente que no es mentirosa profesional es gente auténtica. Mienten como cualquiera, pero también se dedican a otras cosas. Así, su infelicidad (infelices somos todos) es más real que la felicidad de cartón del saludo de un actor ante un aplauso. Cuando Bardem dice que los que no son artistas son más mediocres habla desde la envidia. Se defiende desde el complejo de quien se siente diferente, apartado, señalado, raro, falso. Con toda la admiración, los premios y el buen trabajo, nos habla desde un ego dañado.

Yo miento porque me he acostumbrado a mentir. Miento con naturalidad, no es la primera vez que lo reconozco. Y miento en este blog. Eso sí: siempre sobre trivialidades y sólo de vez en cuando. Porque no es nada fácil escribir sobre la verdad y además que resulte interesante. Me equivoco quizás, aunque hasta el Gran Hermano (la vida en directo) está lleno de mentiras y manipulaciones. Y los diarios de la prensa seria de tirada nacional. Será que la vida no les parece que dé la talla. A mí me ocurre a veces. Y no tengo nada en contra de la vida, pues es donde vivo yo (y ustedes) y es la mejor fuente de ideas del mundo pero, debo decirlo, a veces no se presenta acorde a como a uno le gustaría contar las cosas. No se puede hablar de la tristeza en un día de sol, ni de la alegría en una tarde de lluvia. Así modifico ciertos detalles para dar ambiente y luego me siento culpable. Léase este post como una fustigación y como una queja: no puedo controlar la vida a mi gusto y esa impotencia se expresa modificando sus menudencias en lo que escribo. Quizás sea un hipócrita, pero me estoy quitando. Además sobre lo irrelevante, prefiero una mentira molona a una verdad sosa. No sé si la gente real tiene este tipo de problemas. Yo a veces siento que de real tengo muy poco. Pero es que no es fácil ser auténtico y tener al ego contento. A no ser que elijas ser un auténtico fraude... lo cual no contenta a nadie, más que a los egos.