29 de noviembre de 2009

PROBABLEMENTE YO

Yo que inclino la cabeza. Yo que tengo piedras de riñón. Yo que tiendo a declararme culpable. Yo que soy contradicción.
Yo que me rasco las heridas. Yo que me levanto con el mismo pie. Yo que no sé cómo escapar. Yo que recuerdo las promesas incumplidas. Yo que sufro una verdad inverosímil.
Yo que banalizo la desidia y ensalzo los pormenores. Yo que no me olvido de mis sueños. Yo que compro ropa de inseguro. Yo que sigo el Gran Hermano. Yo que no pido perdón por disculparme.
Yo que me froto los ojos. Yo que no me dejo consolar. Yo que lamento no estar contigo los días de lluvia. Yo que espero un autobús que nunca llega. Yo que me pierdo en mi propia vida.
Yo que no solía creer en el amor. Yo que tocaba la guitarra. Yo que confiaba ciegamente en mi ignorancia. Yo que colecciono las carencias de los otros. Yo que me disfrazo de actorcillo. Yo que me entretengo sin ayuda de nadie. Yo que tengo alergia a las miradas.
Yo que no me río de mis chistes. Yo que me violento cuando observo. Yo que cambio de careta en cada verso. Yo que ya no suelo emborracharme a pesar de mis amigos. Yo que ponía cara de castor. Yo que soy adicto a la tristeza.
Yo que escribo tonterías. Yo que me burlo, no entiendo, me deprimo. Yo que temo las calles vacías. Yo que escucho el eco de mis zapatos.
Yo que dejo abiertos los finales.

23 de noviembre de 2009

TRASTORNOS OCULARES

MIOPÍA: Defecto visual por el que una persona percibe confusamente aquello que se encuentra lejos suyo.
Hay días en que el futuro me parece una imagen lejana y nebulosa que no logro descifrar. Como un sueño que se olvida por la mañana después del desayuno. Me imagino a mí mismo dentro de diez años, de cinco años, de un año... y no me veo. O me veo borroso, que es peor. El pasado no es más claro. Todo me parece lejos. Voy al British Council a hacer una prueba de nivel para, de una vez, titularme en estudios de inglés. Es un edificio nuevo, moderno, muy funcional. Uno de esos lugares que huelen a blanco, líneas rectas y suelos brillantes. Una escuela de inglés aséptica, inodora, como una óptica, una farmacia o un bar de moda. Un emplazamiento casi traslucido que te hace dudar de dónde estás y en qué año. Y yo entro y no sé si decir hola o hello y me hacen tomar asiento. Y me sudan las manos y mi pierna izquierda da pequeños saltos a gran velocidad. Ya casi no me acuerdo de cuando vivía en Londres y me hacían entrevistas de trabajo en inglés; ni de cuando trabajé en aquel hotel; ni de Glasgow, la University; casi no me acuerdo de haber hecho exámenes de filosofía en inglés, exposiciones orales, ni de haber hablado en inglés por teléfono con jefes, clientes, huéspedes, amigos, arrendatarios y fontaneros. Hace demasiado tiempo para verlo con nitidez o bien es que necesito gafas.

HIPERMETROPÍA: Defecto visual por el que una persona percibe confusamente aquello que se encuentra cerca suyo.
Comiendo con mis padres, les cuento que he pasado la prueba de acceso para el curso de nivel advance de inglés y que en junio podré examinarme, como yo quería. Mamá me pregunta qué nivel es ese y por qué no lo hago en la Escuela Oficial, que como lleva en el nombre la palabra "oficial" debe sonarle mejor. Papá opina sobre lo que el gobierno debería hacer con el secuestro del atunero "Alacrana". Lo ve clarísimo, a pesar de la lejanía de esos mares del sur. Les digo que quisiera dejar el trabajo y dedicarme sólo a dar clases particulares de inglés, ya que cobraría el doble por la mitad de horas y es un trabajo que, por lo menos, me motiva. Mamá lo ve como un disgusto; para ella dejar un trabajo es siempre un capricho. Les digo que no sé qué es lo que quiero hacer, pero que por lo menos lo del inglés me apetece y que no sé dónde me llevará pero que seguro que a algo mejor que a lo que podría llevarme mi actual trabajo de atención al cliente para una empresa de lentes para ópticas. Papá dice que si quiero un trabajo que me lleve a algún sitio, que me haga conductor de autobús. Y se ríe. Pero yo no le veo la gracia, aunque mi padre está sentado bastante cerca de mí.

PRESBICIA: Defecto de acomodación visual debido al paso de los años también conocido como vista cansada.
Acomodarse tiene que ver con el cansancio y también con dejar de ver con claridad. Mi trabajo resulta cada vez más fácil. Las ópticas hacen siempre los mismos tipos de pedidos y hay poca faena. Eso me hace dudar. Parece ser que esta situación va a requerir un sacrificio. Ya no sé qué es lo que vale la pena, ya que cada quien que le pregunto, lo ve a su manera. Le digo a mi abuela que me dé un consejo. Le pido que me diga según su edad, ella que ha vivido tanto y tantas cosas, qué es lo que ha aprendido de la vida. Y me dice, en una simpática exclamación: "¡No he aprendido nada!". Eso deja de nuevo el balón en mi campo. Es cosa mía. Ella no ha aprendido nada que pueda servirme, entiendo. En la vida se aprende viviendo; equivocándonos. En ese sentido, ningún consejo me haría ver las cosas con una mayor claridad.

"Se volvió hacia donde sabía que estaba el espejo, extendió las manos hasta tocar el vidrio, sabía que su imagen estaba allí, mirándolo, la imagen lo veía a él, él no veía la imagen" (Ensayo sobre la ceguera, José Saramago)

9 de noviembre de 2009

950 INTENTOS

"Si te caes siete veces, levántate ocho" (Proverbio chino)

Estamos acostumbrados a que los periódicos y los telediarios nos cuenten todos los días malas noticias. Eso, en mi opinión, provoca que tengamos una visión negativa del mundo y una postura pesimista frente a la vida. ¿Cómo se puede ser feliz en un mundo lleno de desgracias? Obviamente, no se puede. Así es como muchas personas encuentran justificación a su desdicha, como si no fueran dueños de su propio destino. "Que la vida es injusta", se dicen y sólo tienen que encender la televisión para comprobarlo. Sin embargo, todos los días existen buenas noticias que nadie nos cuenta. Tenemos una mala concepción de lo que es una noticia. Es lo que nos han enseñado. Afortunadamente, no tenemos por qué seguir al pie de la letra todo lo que nos dicen. Podemos decidir por nosotros mismos. Las noticias pueden ser buenas noticias si queremos.

Ayer leía por internet una buena noticia: Cha Sasoon, una mujer surcoreana de 68 años ha aprobado el examen teórico de conducir después de haber suspendido 949 veces. ¡Bendita sea, buena mujer, y enhorabuena! Uno puede aprender muchas cosas de este mundo, si tiene los ojos lo bastante abiertos. Hoy esta mujer me ha enseñado que rendirse no sirve de nada. Ella quería sacarse el carnet de conducir y de momento el teórico le ha costado unos 5.800 euros. Durante cinco años, ha estado acudiendo a diario, suspenso tras suspenso, a realizar el examen. Todos los días desde abril de 2.005, excepto los festivos y los fines de semana. ¿Y sabéis por qué? "No podía dejarlo a medio camino después de los esfuerzos invertidos", ha dicho. ¡Qué maravilla! No puedo decir otra cosa. Esta señora ha supuesto para mí el pequeño empujoncito moral que me hacía falta justo ahora. Voy a tomar las riendas de mi vida. Voy a ir a por todas. Rendirse no sirve de nada. Pronto tendréis noticias sobre cambios en mi vida. Cambios importantes. Cambios que me ilusionan. Hace falta una crisis para redirigir tu vida. Hacen falta buenas noticias. Tener los ojos abiertos. Perseverar. Y siempre volver a intentarlo... hasta conseguirlo. Como Cha Sasoon, que ahora se presenta al examen práctico. La lucha por lo que uno quiere nunca termina. Pero esa lucha es precisamente lo que nos hace ser quienes somos.

Gracias, Cha Sasoon. Gracias.

2 de noviembre de 2009

MÁS O MENOS WOODY

"El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente" (Gustave Flaubert)

Solía escribir relatos sobre personajes que se aburrían en las fiestas. En mis historias, sujetos solitarios maltratados por la incomprensión, bebían güisqui rodeados de individuos que se divertían ajenos a su desdicha. Narradores sin nombre se hundían en un negro monólogo interior cuyo único resquicio de esperanza era la ilusión de un amor siempre imposible. El presente era para ellos un pozo sin fondo y el futuro, un muro de piedra. El pasado era algo que no valía la pena recordar. Más adelante comprendí que existían otro tipo de historias. Este fin de semana fue Halloween y también el 30 aniversario de mi hermana. Le organizamos una fiesta de disfraces y algunas otras sorpresas que disfrutó mucho. Cada uno de nosotros tenía que escoger un personaje de los años 50, 60 o 70. Yo elegí al primer Woody Allen: el de Annie Hall y Manhattan. Y la verdad es que me lo pasé en grande. Pude divertirme sin que la mente me jugara malas pasadas. Sin apartarme. Sin miedo. Me sorprendí a mí mismo gratamente. Por una vez, estaba en una fiesta y estaba presente, sin angustias abstractas, sin alienación, integrado, viviendo cada juego, cada broma, cada copa, pero sin acabar borracho. Durante un rato, podría decirse que fui más o menos feliz. El presente lo era todo: un regalo. No necesitaba nada más.

Woody Allen dice que rueda una película cada año porque lo necesita. Para él, rodar es una distracción. Si no rodara, no sabría qué hacer. A través del trabajo lucha contra sus miedos, sus ansias, su terror. Como los enfermos mentales que se relajan pintando con los dedos o tejiendo cestas de mimbre. Estar ocupado es terapéutico. Yo, que a veces soy más o menos Woody Allen (con o sin disfraz), estoy aprendiendo que para afrontar el futuro hay que empezar por afrontar el presente. Y me siento muy orgulloso de poder disfrutar de una fiesta ya que, aunque parezca absurdo (no duden que lo soy), es algo que me ha costado siempre mucho. Memorables son mis desapariciones de madrugada en medio de ciertas juergas, celebraciones, cenas... "¿Alguien sabe dónde se ha metido Iván?". Ahora procuro vivir cada día como si sólo existiera hoy. Cada momento como si sólo existiera ese momento. Y así todo es más fácil. Centrarme en el presente. Ese es el comienzo: hoy lo veo claro. Y mañana ya se verá...