31 de agosto de 2011

GAMBIA: Son niños

MULA
1. Si eres un niño gambiano puede suceder que estudies en la escuela británica para aprender inglés y, en el mejor de los casos, una profesión; o puede suceder que estudies en la escuela árabe y dediques tu infancia a memorizar el Corán porque tu padre cree que así podrás salvar a tu familia.
Aunque lo más probable, para ser honestos, es que estés vagando por las calles ya que en casa no hay dinero suficiente para que tú y tus ocho o diez hermanos estudien y, por lo tanto, lo mejor que puedes hacer es perseguir a los turistas, tratar de vender algo o cuidar de tus hermanos bebés.
En Ramadán explica Bakary no sólo ayuno. Tienes que hacer también buenas acciones.
Este año Bakary no está haciendo el Ramadán porque está con nosotros, aunque no parece preocuparle demasiado. Bakary se pasa todo el año haciendo bien por los suyos, mandándoles dinero y todo lo demás.
También tienes visitar tus padres cada mañana, si están cerca.
Por eso Bakary está contento hoy. Va a poder visitar a su madre porque vamos a la casa donde está ella a buscar unos sacos de ropa para llevarlos a Brikama.
¡Tubabu, tubabu!
Hoy hemos traído caramelos para los niños. Como ya tenemos a unos cuantos persiguiendo el minibús, Bakary nos dice que los saquemos y les demos. Pero el minibús no se detiene y no nos atrevemos a tirárselos como si diéramos de comer a las palomas. Bakary, sin complejos, empieza a lanzar los dulces. A partir de ahí algunos de nosotros le imitamos tímidamente mientras los niños se multiplican. Esto parece la Cabalgata de los Reyes Blancos.
Cuando los niños empiezan a golpear los laterales del minibús corriendo descalzos junto a las ruedas, pasa a parecernos más una especie de safari obsceno. Una vez tenemos algunos subidos al guardabarros y otros empujándose entre ellos, decidimos parar ante la posibilidad de que alguien salga herido por nuestra buena acción.
Bakary, serio y estricto, les suelta lo que parece un sermón. Tiene madera de profesor. Debe haber unos cuarenta niños, pero se las apaña para organizar una fila y darles un par de caramelos a cada uno.

2. El primer día que no llueve, no dudamos en bajar a pasear por la playa. Una extraña sensación de paz y nostalgia se mezcla con arena entre los dedos de mis pies. Contemplo la inmensidad del océano con sus aguas turbias por las tormentas y el cielo infinito. Para los mediterráneos, observar el Atlántico es como ahogarse en un mar de gigantes. La solitaria playa contrasta con su propia vastedad y sus árboles enormes.
Un niño con una bicicleta a la que le falta un pedal me pregunta cómo me llamo.
My name's Israel and I study in the British School.
Mientras me acompaña en el paseo, los demás hacen fotos. Israel quiere ser médico o periodista para poder ayudar a su familia. También le gusta la música. Ahora tiene trece años y tiene que vender mango para pagarse el colegio.
Omar y Khalipha, sus dos amigos que han bajado a la playa junto a él, se encuentran en una situación similar.Nos mojamos los pies en la orilla llena de algas. No apetece mucho meterse a pesar del calor, pienso, mientras ellos escriben sus nombres y frases en la arena. Demuestran que son listos y su inglés es impecable.
Khalipha, el más pequeño, tiene un trozo de papel y un bolígrafo que ha ido a buscar al chiringuito más cercano.
We don't need money. We need a sponsor to pay our studies.
Suena muy sensato. Cuando terminen la educación básica no podrán permitirse estudios superiores ni mucho menos una carrera en el extranjero, lo que de verdad les aseguraría un futuro.
Israel me entrega la hoja con sus datos y yo les escribo una dirección de e-mail y un teléfono falsos, cambiando sólo una letra o un número por si me preguntan. Pero ellos no desconfían y yo me siento un poco idiota. Son extremadamente educados. Ni siquiera me piden que yo sea su patrocinador, simplemente buscan ayuda para conseguir uno.
La mañana avanza y así nuestro paseo con los niños que siguen dándonos las gracias por dejarles acompañarnos. Nos sentamos en un chiringuito de rastafaris y ellos se ubican a un lado respetando nuestro espacio. Decidimos pagarles una coca-cola y el gesto les emociona sobremanera. De inmediato, con cierto apuro, nos explican que están haciendo el Ramadán y que no pueden beber pero que aprecian el regalo y les llega al corazón. Sólo Khalipha se la bebe, quizás porque es el más pequeño.
Más tarde hablamos de Dios. Israel dice que reza todos los días para que esté con él y le ayude a conseguir un futuro mejor. Yo le digo: "Estoy seguro de que Dios te va a ayudar". Khalipha dice: "Si tú te ayudas a ti mismo, Dios también te ayudará". Y siento que tiene razón.

3. Desmond, el jardinero que cuida nuestra casa, viene a buscar a Bakary durante el desayuno al día siguiente. Hay alguien en la puerta. En seguida, Bakary vuelve a buscarme a mí:
Iván, tus amigos han traído algo para ti.
Al salir, me encuentro a los tres chavales con una gran bolsa llena de mangos y también unas naranjas.
This is a present for you!
Isa inspecciona los mangos que tienen muy buena pinta y decidimos darles una propina por el regalo. Ellos insisten en que es un regalo hasta que finalmente aceptan el dinero y unos refrescos. Los niños sonríen agradecidos. Aunque están de Ramadán, se los beberán a escondidas. Son niños. Así es como debe ser.
Israel me dice que nunca olvidará lo que le dije de conseguirle un patrocinador y me da las gracias. Me dice que rezará por mí.
Cuando se van, sus palabras resuenan en mi pecho. No puedo evitar sentirme mal.

20 de agosto de 2011

GAMBIA: El mercado de Serekunda

La boda es dentro de dos días y todavía no tenemos los trajes así que nos acercamos al mercado de Serekunda en el minibús, como viene siendo habitual, y en seguida nos atascamos en el tráfico de siempre. Con este caos urbano no sé cómo la gente es tan simpática y sonríe. Hay que tener mucha paciencia o, más bien, otra filosofía de vida. Aquí no hay prisa, eso es un concepto occidental. Bien pensado, es una cualidad a admirar.
Cierro los ojos cuando llegamos a casa por la noche y sólo veo taxis y más taxis- comenta Ainhoa.
Así que lo mejor es ponerse a mirar por la ventanilla y disfrutar del choque cultural.

TENLLADO
Una de las imágenes más habituales es la de mujeres y niñas transportando cosas en la cabeza. Estoy hablando de cestas enormes de fruta, cajas con ropa, cubos de agua o bandejas con souvenirs de todo tipo. ¿Cómo pueden sostener tanto peso sin romperse el cuello? ¿Cómo pueden mantener el equilibrio desde tan pequeñas? Me alucina. Y también se ve a mucha gente haciendo autostop.
De vez en cuando suben al minibús chicos que no conocemos. No sabemos si son amigos del amigo del primo de Bakary o simples desconocidos, pero ellos parecen entenderse. De vez en cuando Morrow, su tío, baja para controlar sus negocios y luego sabe exactamente dónde esperarnos para volverse a subir. No debe ser difícil, sólo hay una carretera y estamos parados la mayor parte del tiempo; pero no deja de sorprenderme.
Nuestra primera parada es para cambiar dinero. Entramos en la oficina y en seguida nos sacan unas sillas de plástico para que nos sentemos a esperar. Bakary y Morrow negocian el precio del cambio euros-dálasis mientras nosotros casi nos dislocamos el cuello buscando el ángulo del ventilador. En la televisión hay unos dibujos animados estilo Walt Disney sobre la vida de Mahoma. Bakary negocia duramente esta vez, quiere sacarnos el cambio a buen precio. ¿Os imagináis en Barcelona regatear en un banco?
Si alguna vez compráis en un país africano sabed que lo vais a tener que regatear todo y no olvidéis cargaros de paciencia y de humildad. Os van a acosar hasta el punto de cogeros por el brazo y arrastraros hasta su tienda. Al menos eso pasa en Serekunda, donde hoy somos los únicos blancos.
Como podemos miramos unas telas y preguntamos precios. Sólo el hecho de preguntar, ya supone una odisea si finalmente decides irte para seguir mirando. Yo cojo un sombrero tipo Aladdin pero Bakary me dice que ya no se lleva, que es una cosa de gente vieja tradicional, como la boina en España (por buscar un símil rápido) y que a los jóvenes no les gusta. Y entonces me doy cuenta de que es una boda, no un carnaval y lo coloco en su sitio despacio con cierta tristeza.
Finalmente, decidimos comprar nuestros trajes ya hechos y tela sólo para los vestidos a medida de las chicas. Según parece los tendrán en menos de veinticuatro horas; Gambia, no problem.
De manera que entramos a una tienda de tres metros cuadrados en la que tres dependientes nos van enseñando trajes. Los colores son bastante chulos aunque yo los veo enormes.
Las tallas son así, luego les ponemos una cuerda y ya está nos traduce Bakary mientras otros dos vendedores de la tienda de al lado entran para ofrecernos camisetas de fútbol.
Todo es extraño. Las tallas son así pero en ese pantalón cabemos Álex, Roberto y yo en una sola pierna. De hecho, podríamos celebrar la boda dentro suyo pero Bakary ya está negociando el precio. Bakary dice que nunca hay que aceptar el primer precio que te dan porque "siempre quieren ganarte el dinero".
Mientras más vendedores siguen entrando con collares, pañuelos y pulseras, no veo el momento de pagar y salir de ahí. Pagaría por respirar en este momento, pero lo único que hago es dar las gracias a todos los que van llegando intentando así que se vayan.
Ahora me dicen que me lo pruebe. Son las dos de la tarde, me cae el sudor a chorros. ¿Alguna vez os habéis probado un traje en una tienda de tres metros cuadrados rodeados de once personas? Parece que intentamos batir algún tipo de récord. Encima un grupo de curiosos autóctonos se ha acercado a mirarnos porque se está convirtiendo en un gran show. Yo también me acercaría a mirar, debe ser dantesco desde fuera. Pero hoy me toca protagonizar, ¡qué lástima!
Cuando por fin llevo puesto el traje salgo a duras penas a la puerta para que lo vean las chicas y todos los que hay mirando me aplauden. Puede que no esperaran volverme a ver con vida.

16 de agosto de 2011

GAMBIA: ¡Tubabu, tubabu!

En mandinga, tubabu significa blanco. Es algo que se aprende en seguida porque allá donde vayas todos los niños te señalan y te persiguen gritando: "¡Tubabu, tubabu!". No son niños racistas. Al contrario, exclaman de emoción porque les gusta mucho encontrarse gente blanca. Hoy conducimos por unas calles sin asfaltar de Serekunda en las que, llenos de barro, juegan los niños descalzos con neumáticos viejos. En cuanto nos ven, lo dejan todo para perseguirnos. Nos dirigimos al encuentro con la madre de Bakary que no la ve desde hace cinco años.

MULA
Cada mañana, el tío, el hermano, el primo y los amigos de Bakary nos vienen a buscar en el minibús para llevarnos donde nosotros queramos. Sólo tenemos que pagar la gasolina y el alquiler del vehículo que para un europeo resulta muy barato. Son muy serviciales. Y si queremos cualquier cosa, basta con pedirla. Una llamada de teléfono y todo solucionado. Gambia, no problem.
Serekunda es la ciudad más grande del país y eso es sinónimo de caos. Siempre hay tráfico porque sólo tiene una carretera principal. Aquí la gente vive y trabaja de verdad. No como en Senegambia: la zona turística, en la que puedes tomar un desayuno inglés servido por un camarero negro. Es curioso ver lo fácil que resulta viajar y permanecer dentro de una burbuja. Pero sólo hay que tener ojos para ver que cada uno de esos restaurantes y hoteles que dan trabajo a los gambianos tienen un blanco como dueño. Ni se disimula, ni se esconde, ni tiene nada de sorprendente. Porque esto es África.
Atascados en la caravana de coches de Serekunda, rodeados de taxis con los colores de la bandera jamaicana, da la sensación de que esta ciudad sea sólo una calle muy larga con tiendas a los lados y gente caminando. Hay gente por todos lados. Puede que sea por el verano o porque no tienen trabajo y salen a ver si se les ocurre qué pueden hacer para poder comer hoy. Los vendedores se acercan a las ventanas del minibús y nos ofrecen cosas.
Sin embargo, giramos en una esquina y entramos en una calle que ni sabiamos que estaba ahí y ya no hay ni un comercio. Avanzamos. Las calles, llenas de baches y agujeros, están cada vez peor.
¡Tubabu, tubabu!
Cuanto más nos adentramos en las entrañas de Serekunda, más pobre, más real me parece. Cuanto más nos adentramos, más niños nos rodean. Y entonces te acuerdas que más de la mitad de la población de Gambia son menores de edad.
Bajamos del minibús y estamos completamente rodeados. Todos los niños nos quieren dar la mano. Con sus camiseta rotas, todos sonrientes, nos tratan como a estrellas de fútbol. Aquí no suele venir gente blanca así que puede que sea lo más emocionante que les pase en todo el día.
Los niños señalan nuestras cámaras de fotos. Muchos no hablan inglés. Nos señalan la cámara de fotos y posan. Han aprendido. Les encanta. Con las cámaras digitales tienen la oportunidad de verse y, mientras a ti se te rompe el corazón, ellos se divierten como nunca. Empiezo a hacerles fotos y no puedo parar. Sus gritos de ilusión son gasolina para mis dedos.
Estoy hablando de niños de tres, cuatro y cinco años jugando por las calles. Y algunos un poco más grandes llevando a sus hermanos bebés. Está claro que ellos no sienten lo mismo que nosotros al verlos. No se puede echar de menos aquello que nunca has tenido. Eso no quita que quisiera comprarles zapatos a todos. Haciendo las últimas fotos, termino mordiéndome el labio.
Cerca de donde hemos aparcado, hay una casita pequeña. Entramos en ella rodeados de la nube de niños. Pasamos una verja de color azul y en el patio hay un pozo. Una chica da de mamar a un bebé y al vernos nos cede su silla. Le damos las gracias y entramos a la casa. La madre de Bakary no puede resistir las lágrimas al ver a su hijo y éste corre a abrazarla.
La madre de Bakary le dice que se siente muy orgullosa de él.

15 de agosto de 2011

GAMBIA: La llegada

Invierto gran parte de las cinco horas del vuelo a leer relatos de Borges. No nos han dado nada de comer ni de beber, así que desciendo del avión con el extraño convencimiento de ser quizás una apariencia que otro está soñando.
El aeropuerto no está mal para ser un aeropuerto africano, aunque Bakary dice que es pobre y feo de mierda. Es difícil prever lo que te puedes encontrar la primera vez que viajas al mal llamado Tercer Mundo.
Un tío de Mali, amigo dictador. Tío pagó nuevo aeropuerto- me explica.
En el nuevo aeropuerto, con su diseño moderno y sus techos altos, se va la luz cada diez minutos. Bienvenidos a Gambia.
Por primera vez en mi vida tengo que hacer la cola de los extracomunitarios y mientras la cola de los negros avanza deprisa, yo tengo que esperar con los otros blancos. Son las doce de la noche en España o ya he perdido la cuenta. Tengo hambre.
Where do you stay? pregunta el militar.
Como puedo le explico porque no lo tengo muy claro. Pero como a él tampoco le importa demasiado pasamos a how long y en seguida ya puedo empezar a pelearme por mis propias maletas.
La cosa es que la gente camina por encima de la cinta transportadora de equipajes, de un lado para otro sin control y es más difícil de encontrar tu maleta de lo habitual. La cosa es que cuando por fin la ves, resulta una odisea llegar hasta ella. Por suerte, los cortes de luz ayudan a que deje de avanzar lejos de ti. La cosa es que cuando por fin la tengo en mi mano, un joven gambiano se ofrece a ayudarme y me la arrebata.
Por eso hay el doble de gente de lo normal. Por cada turista, aparecen dos o tres mozos de no se sabe dónde.
Bakary está nervioso y nos dice que no dejemos que nadie nos coja el equipaje, pero mi maleta ya se ha perdido entre un mar de piernas. Rápidamente aparto a dos o tres tipos. Todo el mundo parece caminar en dirección contraria. Miro a ambos lados hasta que veo al chico con mi valija esperando en una esquina. Dos pasos y estoy frente a él.
Thank you sonrío aferrándome a una de las asas.
I help you.
No, thank you.
Nuestras manos comparten un momento de tensión empuñando el mismo agarradero hasta que de un amable tironcito recupero lo que es mío y el mozo se va.
Respiro hondo. Busco a mis amigos y los descubro a todos en situaciones similares.
Este chico ha puesto todas mis maletas en un carrito se lamenta Vanessa.
La cosa se complica pero no estoy dispuesto a perder nuestra primera pequeña guerra: me remango y frunzo el ceño. Espero el menor despiste del muchacho y en menos que canta un cocodrilo, ya estamos saliendo por la puerta de ARRIVALS con nuestras cosas, rodeados de una nube de gente que ni la Pantoja en Barajas.
Bakary abraza a su tío, su hermano y sus amigos y mucha gente empieza a darnos la mano. Y ahora otra vez, todos nos llevan las maletas.
Bakary, ¿conoces a toda esta gente?
No.
El chico que ahora lleva mi equipaje me supera en dos cabezas y lleva una camiseta roja un poco sucia.
Bakary, ¿este chico es tu amigo?
No lo he visto en mi vida.
Y otra vez me toca recuperarla.
Los amigos de Bakary nos han venido a buscar en un minibús que alguno de ellos compró ahorrando dinero cuando trabajaba en Europa. Ahora los nueve blanquitos recién llegados, estamos sentados en sus cómodos asientos mientras ellos acaban de colocarlo todo en la baca y el maletero. Venimos con su amigo y quieren que nos sintamos bienvenidos. Por eso sus mujeres nos han preparado la cena.
Esto sí que es un recibimiento de gran hombre blanco bromea Álex.
Supongo que lo es.

2 de agosto de 2011

GAMBIA: Las maletas


Estoy a punto de salir de casa. Tengo las maletas preparadas. No puedo soportar los nervios. Me tiembla el teclado entre los dedos. He visto un trozo de Madrileños por el Mundo en Gambia y me ha puesto más nervioso todavía. Quizás no debería haberlo visto.
Es mi primer viaje fuera de Europa y me siento un pardillo total. No tengo ni idea de cómo me voy a sentir, ni cómo va a ir todo, pero tengo confianza en mis experimentados compañeros de viaje.
Además, yendo con un gambiano es diferente. Nos van a tratar como a familia. O eso creo. Debería aprender cuatro palabras en mandinga para poder ser amable con la gente.
Madre mía, creo que me dejo muchas cosas pero ahora no puedo pensar con claridad. Esta noche estaré en África por primera vez y pasaré dos semanas en lo que puede ser la aventura más emocionante de mi vida. O al menos la primera de muchas.
Me muero de ganas de contaros todo lo que me pase. No sé si tendré conexión a internet, pero me llevo una libreta para no perder detalle.
Hoy llegamos y en dos días tenemos la boda interracial versión africana. Ya nos están preparando un traje a medida. Voy con la mentalidad totalmente abierta para que suceda todo lo que tenga que sucedernos y aprendamos un montón. Y también para disfrutar cada momento.
Me estoy poniendo cursi pero es que no tengo tiempo de escribir nada mejor más que lo primero que se me pasa por la cabeza en este momento.
Me voy que pierdo el avión. Pensad en mí y nos vemos a la vuelta. Os iré contando.