8 de junio de 2012

FLORIDA: The Animal City

It's not Orlando anymore. This is the Animal City.

Así es como Will habla de su ciudad. Al volante de su BMW, me mira de costado con sus enormes ojos de dibujo animado y sonríe. Will es todo sonrisa. Trabaja para una firma de lujo en un centro comercial pijo de aquí. Ahora le acaban de ascender. Mientras busca una canción en su iphone, yo me quedo embobado mirando los semáforos que cuelgan de un cable de acero que atraviesa la carretera. Siempre me pasa en el extranjero. Me hipnotizan los paisajes y los pequeños detalles de las ciudades. Las señales de tráfico, los nombres de las calles. Will escoge una canción de Alejandra Guzman y vuelve a sonreírme. 

QUILES
Me dice que Orlando es una ciudad carnívora. Que las personas ya no son personas. Y que todo es irracional.
¿Conoces la canción?
¿Qué canción?
Animal City. De Shakira. Pues es lo mismo. Especialmente en los locales de ambiente. Cuando llega alguien nuevo a la ciudad y todos los chicos lo llaman: "Fresh meat" dice.
Entiendo.
Son caníbales. A eso me refiero. No te ven como a un ser humano. Solo eres un trozo de carne para ellos.
Will conduce tranquilo. Disfruta del aire entrando por la ventana. Es capaz de cantar desgarradamente un tema de Paulina Rubio, contarme un chiste y criticar las miserias del género humano en dos giros de volante.
Lo que voy a hacer es dejarte el coche para que puedas ir donde quieras los días que yo trabajo.
Pero, Will, yo no conduzco.
No puede ser.
Tengo carnet pero hace como ocho años que no cojo un coche.
Pero es que aquí todo el mundo conduce. No puedes ir a los sitios andando.
¿Y en transporte público?
Bueno, hay autobuses dice Will, pero solo lo cogen los pobres. No es muy cómodo y puede ser peligroso.
Pues yo paso de cogerte el BMW que seguro que lo estrello y aquí soy un ilegal sin papeles contesto.
Will se ríe y dice que ya encontraremos una solución.
Por la noche, cenamos en Margaritaville en el City Walk de Universal Studios. Aunque acabo de aterrizar, el ambiente me pone rápidamente en situación. Todo es a lo grande. La comida. Las luces. Los carteles. Los fuegos artificiales. Will me explica todo ese el rollo americano de las propinas y me enseña a hacer los cálculos. 
Después vamos a tomar una copa a Savoy, uno de los pocos bares gays que pueden estar abiertos un lunes. Hay poca gente, pero no nos importa. Solo queremos charlar y tomar algo antes de irnos a dormir. Es un lugar pequeño, bastante oscuro. Con una barra en medio y gente alrededor. Hoy, la clientela es tirando a mayor: un tipo con aspecto de cowboy, un grupo de cuarentones, un hombre con un parche en el ojo. Alguna mujer. Los únicos más jóvenes que nosotros, son los chicos que bailan en ropa interior sobre tres plataformas. Llevan metidos en el tanga por los lados billetes de un dólar que  los clientes les pueden poner como premio a su belleza. Ni a Will ni a mí nos parecen guapos. Y ni siquiera tienen cuerpos bonitos. De uno de ellos, dudamos si es mayor o menor de edad. Uno que no sabe bailar.
Parece que la crisis ha llegado hasta los bares de ambiente digo.
Es lunes. Seguro que los dólares de ese chico, se los ha puesto su madre añade Will.
De pronto, un hombre se nos acerca y le dice a Will: "Check your Grindr".
Grindr es una aplicación para móviles que permite enviar mensajes a los chicos homosexuales que tengas a tu alrededor en ese momento. Will lee el mensaje:
"I got my patch on you". 
¿Qué es eso?
Es el hombre sin ojo. Dice que "no me quita el parche de encima".
Joder.
Creepy dice Will.
Y no se me ocurre una palabra mejor en castellano para expresarlo.
Al poco rato, nos cansamos de estar allí y decidimos marchar a casa, así que me levanto para pagar las bebidas. Will me recuerda que tengo que calcular la propina y dársela al camarero. A lo que yo respondo:
Pero, ¿se la tengo que dar o se la pongo en el tanga?

FLORIDA:

No hay comentarios: